Consecuencias

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Los seres humanos tendemos a ser impulsivos y no calculamos, es más ni siquiera somos conscientes de que todo lo que hacemos causa un impacto en otros.

Soy de la generación a la que le enseñaron a asumir las consecuencias de sus actos. Y es que ha quedado bastante en desuso el pensar en las posibles consecuencias de algo antes de actuar, ¿sí o no?

De veras, si nos volviéramos otra vez un poco más reflexivos y antes de decir una palabra, tomar una decisión o cometer determinado acto midiéramos o reparáramos un tanto más en las consecuencias, nos ahorraríamos muchos sinsabores y evitaríamos la mayor parte de nuestros problemas.

Con los niños pequeños -e incluso con los no tan pequeños- sí solemos ir a decirles “si sigues haciendo eso te vas a lastimar”; “estudia porque si no vas a reprobar”; “come toda tu comida o te vas a enfermar” y un sinfín de etcéteras. Pero pareciera que damos el consejo y nos quedamos sin él. Nosotros no tomamos para nosotros un “si evito el comentario que quiero hacer me voy a ahorrar distanciarme de esta persona y tener después que andar pidiéndole perdón para conseguir la reconciliación” o “mejor evito seguirles la corriente a estas compañías porque si me voy con ellas a esos lugares algo no va a terminar bien” o “no voy a caer en el juego de aceptar pagar ese soborno para cerrar un negocio, luego va a ser el cuento de nunca acabar”.

Los seres humanos tendemos a ser impulsivos y no calculamos, es más ni siquiera somos conscientes de que todo lo que hacemos causa un impacto en otros, aquellos a los que conocemos y hasta aquellos a los que no. Nos urgen soluciones de corto plazo y algunos hasta solemos decir: “ahorita dale, total, si topa pues hasta donde tope” como pensando “ahorita lo que me urge es resolver esto ya si descompongo algo más a ver cómo lo arreglo ‘luego’”. Y es que ese “luego” es el meollo del asunto. Nos gusta “patear el bote”, es decir, no queremos aceptar que, mientras lo pateemos, en lugar de recogerlo, ahí nos lo vamos a volver a encontrar unos metros más adelante; en cambio, si lo recogemos desde la primera vez…

Hay, por supuesto, un sentimiento egoísta en esto de no pensar en las consecuencias. Lo hacemos “duela a quien le duela” o “guste a quien le guste”. Y cuando llega el momento de arrepentirnos ya es demasiado tarde. Y lo peor es que muchas de estas consecuencias ya no tienen remedio; ya no hay marcha atrás. Cuando se comete un delito o se atenta contra la integridad física de una persona ninguna disculpa es suficiente. Por eso creo que es bien conveniente acostumbrarnos a medir el impacto de lo que decimos o hacemos y enseñar a los nuestros más pequeños a hacerlo y así no andar tratando de ponerles remedio a muchas cosas que posiblemente ya no lo tendrán si ocasionamos que sucedan.

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