Chavorrucos

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Este concepto, me invita a reflexionar sobre las características de nuestras generaciones y como se distinguen en el aspecto de los valores.

Se ha inventado este gracioso término para describir a generaciones que no nos encontramos ya en la flor de nuestra edad pero que seguimos disfrutando de viajes, fiestas, conciertos, deportes y otras actividades de esparcimiento y diversión. En sí es casi como decir “en realidad ya estamos viejos pero no nos resignamos a vivir como tales”.

Pero hoy, a mí, este concepto, me invita a reflexionar sobre las características de nuestras generaciones y como se distinguen con ciertos rasgos esenciales, sobre todo en valores, de las nuevas.

Primero, está claro que a nosotros nos enseñaron muchas cosas buenas en casa. Nos enseñaron a decir “por favor” y “gracias”. Nos enseñaron a respetar a los mayores, especialmente a nuestros maestros y a la autoridad, en general. Y a ser considerados con nuestros semejantes. Se nos inculcó, también, a respetar la materia ajena, es decir, las cosas de los demás. Estaba claro que lo que no era nuestro era de alguien más. Se nos decía que las relaciones sexuales solamente eran permitidas dentro del matrimonio y que las drogas y el alcohol no eran buenos. Se nos permitía salir a jugar a la calle hasta que confirmábamos haber hecho toda nuestra tarea y se confiaba en nuestra palabra enseñándonos, con ello, el gran valor que ésta tiene y a evitar a toda costa comprometerla por nada.

Yo tengo claro que la actual crisis de valores por la que atravesamos se debe en gran parte a que hemos dejado de transmitir estas enseñanzas a las nuevas generaciones. De una u otra forma nos hemos vuelto más permisivos y tolerantes con cosas con las que quizás no debimos de haberlo hecho tanto. Hoy no nos parece tan escandaloso que los jóvenes inicien su actividad sexual incluso de manera desenfrenada y más bien los enseñamos a protegerse de enfermedades o de embarazos no deseados. Y si se equivocan nos volvemos sus cómplices en “eliminar” los “productos” de sus errores.

Hoy, también, los empoderamos para cuestionar todo y a todos, aún a las figuras de autoridad. Si algún maestro los reprende o castiga ahí vamos a reclamarle a los directores de sus escuelas por ello sin caer en la cuenta del grave error que estamos cometiendo.

Antes nuestros papás nos decían “no vayas a tomar alcohol, no es propio de tu edad”; hoy nosotros decimos a nuestros jóvenes: “no tomes tanto”. Y en verdad no creo que se trate tanto de un tema de comunicación, porque vaya que tenemos conversaciones con nuestros hijos, cosa que yo no recuerdo haber tenido mucho con mis padres. Se trata más bien de regresar a costumbres que teníamos antes y que en verdad funcionaban: Convivir más tiempo, ir juntos a misa, hacer oración en familia, salir juntos de paseo y ahí transmitir estas enseñanzas y valores, en ese entorno característico de calidez y confianza.

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