Antes de que nos olviden

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Siempre me he preguntado cómo me gustaría ser recordado. A usted ¿cómo le gustaría?

Tomo prestado este título de una canción del grupo de Rock en Español “Caifanes” para compartirle a usted  una reflexión sobre la trascendencia humana.

Siempre me he preguntado cómo me gustaría ser recordado. A veces peco un poco de soberbio y me hago preguntas bastante más atrevidas como “si muriera ahora ¿quién se entristecería? ¿Qué diría de mi tal o cual persona? ¿Iría mucha gente a mi funeral?” En realidad todas estas inquietudes son un yo que clama desde dentro de mí mismo como diciendo “¡no te vayas sin dejar huella!”

A usted ¿cómo le gustaría ser recordado? Quizás usted no le dé tanta importancia, quizás sí. Pero creo que los dos preferiríamos que, al no encontrarnos ya entre los vivos de este mundo se pensara de nosotros “qué lamentable que ya no está, era una buena persona”, en lugar de: “es mejor que se haya ido, más aire qué respirar para todos”. Y es que, no me dejará mentir, hay quienes nos duele cuando se van y hay quienes es bien difícil no sentir un poquito de alivio, siendo honestos.

La trascendencia es algo para lo que fuimos creados y, en consecuencia, hacia lo cual nos sentimos fuertemente atraídos. Vamos de paso por una vida temporal e imperfecta hacia una que es perenne y plena pero, en el camino, tenemos la opción de pasar de largo o de dejar buenas obras a nuestro paso, de sembrar semilla, de dejar huella. Hay quienes lo hacen en el arte o la cultura, en la empresa o a través de la filantropía pero, sin duda, la mejor forma de perpetuarse en la memoria de las personas es ejerciendo una influencia positiva en ellas. Quizás haya muchos que por sus posibilidades o condición de vida están llamados a dejar vistosos legados, pero todos, sin excepción, tenemos la consigna de dejar sembrada una semilla de esperanza y optimismo en los otros de los que nos rodeamos.

Consideraría de mi vida un fracaso el que esta llegara a su inevitable desenlace y, después de llorarme un poco, se terminara por olvidarme más pronto que tarde. Me aferro con todas mis fuerzas a la idea de que siempre seré recordado por quien fui, por lo que aporté a otros, queridos y cercanos unos, desconocidos los más, pero todos los días despierto con el firme propósito de hacer algo bueno por mi entorno para que mi historia personal sea fecunda y próspera, trascendente al fin, y no otra sombra gris y estéril como ya demasiadas pululan por doquier.

Hay mucho que hacer antes de que nos olviden. Porque pasará, sin duda, ya que las vidas de quienes nos llevarán en su memoria algún día se extinguirán también. Pero la semilla sembrada germinará y dará fruto, y es eso lo que importa. Hay que sembrarla, antes de que nos olviden.

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