Prohibido prohibir

Hace algunas semanas y previo al inicio de la Feria Nacional de Zacatecas, sorprendió a todos la decisión del juzgado segundo de distrito a cargo de la juez María Citlallic Vizcaya Zamudio de suspender de manera definitiva las diez corridas del serial taurino programado para la feria, mediante un amparo interpuesto por el Colectivo Nacional Anticorrupción (Colecna) y la Proveeduría de Servicios Ambientales.

En el expediente 1050/2022 promovido por el representante legal de dichos colectivos se señala que “las actividades que conforman el desarrollo de las corridas de toros, provocan un dolor excesivo y agónico en el toro de lidia, en las distintas etapas en que se desarrolla dicha actividad, que culmina en la mayoría de los casos con la muerte de tal especie, por hemorragias severas o paros respiratorios, pues el animal sufre una serie de lesiones y estímulos agresivos que le acusan un dolor excesivo y agónico, por ello, dicha actividad resulta ser incompatible o irreconciliable con el derecho a un medio ambiente sano”.

Una decisión sin precedentes en la historia de la “fiesta brava” zacatecana, considerando que previamente había sido declarada como Patrimonio Culltural Inmaterial de Zacatecas por el Congreso Local. En contraparte, en dicha declaratoria se señala que “salvaguardar las corridas de toros es abonar al fortalecimiento de la cultura, a la expresión artística, dar vida y voz a la proyección de artistas oriundos de esta tierra, cuna del toro de lidia y que de ellas, toman su inspiración para moldear los más sublimes lienzos, obras de arte, sonetos y estrofas sobre este bello arte, dando vida a un espectro más amplio al, ya por sí mismo amplio patrimonio cultural del Estado”.

Más allá de entrar en el debate de posturas, de estar o no a favor de las corridas de toros, creo que la pregunta que todos nos deberíamos de hacer es ¿pueden las personas o grupos sociales, políticos o empresariales imponer los gustos y las preferencias morales al resto de los demás?, Suponiendo que la respuesta fuera afirmativa estaríamos frente a un escenario adverso que atenta contra las libertades de cada persona, ya que sería suficiente con presentar una argumentación subjetiva y contar con las anuencias necesarias en los congresos, cabildos o tribunales para poder prohibir lo que se plazca.

Posteriormente, esto implicaría a que las personas que no estén de acuerdo con las charreadas las pudieran prohibir, o las peleas de gallos, las carreras de caballos, el jaripeo regional, o inclusive tradiciones como el sábado de gloría en Jerez por salirse del contexto religioso, o festividades como las Morismas de Bracho por desarrollarse desde una trama de violencia, etc. En pocas palabras, estas personas podrían acabar con culturas, costumbres y traidiciones de cientos de años, sólo porque desde sus puntos de vista son inmorales, inaceptables o por el simple hecho de estar adheridos a interes políticos, sociales o económicos.

A estos escenarios podríamos llegar si no reflexionamos sobre la importancia del debate, del consenso y de la participación ciudadanía. No deberíamos de permitir que personas o grupos atenten contra las libertades de otras y pretendan imponer su visión de las cosas, su moral o la forma en la que ellos conciben lo que sería la manera correcta del comportamiento de una sociedad.

En estos tiempos tan complejos creo que no debemos de dejar de lado valores como la tolerancia y el respeto hacia la diversidad de pensamientos, de costumbres y de creencias, para así lograr obtener una mejor aceptación entre nosotros como seres diversos. Como bien lo dijo una persona “prohibido, prohibir”.