Sucesos de gente con decoro

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Existen personas que tienen un concepto muy profundo sobre la honestidad, la palabra, la generosidad, el honor, la ayuda al prójimo.

Dedicado a Don Jacob (+) y Don Pedro (+), por su grandeza humana.

Historia compartida por la Dra. Cristina Ávila Zesatti.

“…Cuando Jacob Ávila Márquez, mi Padre, era empleado en una tienda de jarcería en Zacatecas, en oficio de “Talabartero”, su patrón un conocido empresario zacatecano, llegó a tenerle tal estima que decidió regalarle un hermoso terreno, sabiendo que Don Jacob amaba el campo y la tierra”.

“Tiempo después, el gobierno decidió usar precisamente esa locación para una obra. El Gobernador del Estado en persona, que también era amigo cercano, vino a explicarle que necesitaban esos terrenos, pero que, en correspondencia se encargaría de que le entregaran una propiedad equivalente a la que le estaban expropiando”.

“Sin firmar documento alguno porque se consideraban grandes amigos (casi hermanos) y pedir firma en un papel era casi un insulto, porque le había empeñado su palabra y por lo tanto su honor.

¿Qué pasó?”.

“Lo que la imaginación provoca: ni el gobierno ni el gobernador cumplieron (no había honor)”.

“Tiempo después un accidente dejó parapléjico a Don Jacob. La “justicia” llegó décadas después (llegó a medias), gracias a otro amigo de la familia, que enmendó aquel robo a “palabra armada” con el que engatusaron a mi padre… Cada vez que el noble señor contaba aquello, lo hacía sin rabia y afirmando que para él La palabra de un hombre es un contrato, y que la palabra, la propia y la ajena, hay que saber honrarla. Primera enseñanza de vida que atesoro en mí”.

En otra latitud mexicana. Juan estaba muy molesto porque su papá, Don Pedro Meléndez Mendoza, entregó el mejor de sus becerros al Delegado Municipal, a fin de que esa autoridad dejara en libertad a uno de sus tíos, acusado de haber hurtado una res. Como las investigaciones tuvieron un resultado inculpándolo, la única forma de evitar la detención era resarcir el hecho. Pagar con dinero o entregando otro animal.

Aquel robo lo había cometido para alimentar a su familia y como el único medio para conservar la carne era ponerla a secar. Implicaba delatarse al llenar sus tendederos para la ropa, con largas tiras de cecina.

Más coraje le dio cuando sus primos llegaron a buscarlo cargando un costal con un obsequio. Sin poder ocultar cara de horror y asco al ver el contenido: dentro de un costal había un gran trozo de pulpa a punto putrefacto y cubierto de ceniza, respondió:

“Dígale a su papá que en esta casa no se come carne de vaca robada, cuando hay, matamos una chiva y tenemos comida fresca.” Habían enterrado la canal entre la ceniza de la paila, en donde hervían la yuca samandoca para obtener el ixtle.

Estas historias sucedieron en diferentes lugares y tiempos. Puede detectarse la grandeza humana de gente de bien como Jacob y Juan. Por eso camina la humanidad, por personas que tienen un concepto muy profundo sobre la honestidad, la palabra, la generosidad, el honor, la ayuda al prójimo.

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