Se ausentó mamá

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Atender a los hermanos menores, una gran responsabilidad.

Con particular cariño a Teodoro, el hermano mayor.

El sol había pasado por la mitad del cielo e inconsciente el niño daba vueltas por la cocina y no encontraba lo buscado. Dada su corta edad se le dificultaba entender lo que estaba pasando, porque ese día había algo inusual en la vida ordinaria de la familia.

Generalmente su madre los llamaba a comer cuando el sol estaba arriba y hasta habían aprendido a consultar el cuadrante dibujado en la pared cercana al marco de la puerta en la cocina de la casa de la abuela Petra (Era un reloj de sol que aún existe en aquel muro).

Pero ese día no hubo llamada para ir a comer.

En circunstancias parecidas, la tía Manuela no la misma abuela paterna se ocupaban de atenderlo junto con sus demás hermanos. Extrañamente en esa fecha la gran puerta también estaba cerrada.

La hermana mayor andaba jugando a los encantados con otras niñas de su edad. El hermano Pancho estaba también muy ocupado bailando el trompo con otros amigos y vecinos, compañeros de la escuela.

Él no tenía amigos, se reunía con sus primos Laredo cuando iban de visita porque radicaban en el monte cuidando sus cabras y cultivando la parcela, pero en esa ocasión llegó tarde para el momento en que se conformaron los equipos de béisbol.

Otra situación inusual, ese sábado tampoco hubo sesión de doctrina en la capilla del rancho. Las catequistas no sonaron la campana para convocarles.

En esa ocasión percibió lo largo que es una tarde. Todos ocupados en sus juegos y nadie hizo algo por mostrar que tendría hambre.

Fue la primera vez que experimentó lo prolongado que puede ser el tiempo cuando la mamá no está en casa. Había un vacío grande, sobraba espacio. La chimenea apagada motivaba desconsuelo y tristeza.

Pasaron las horas, los compañeros de juego regresaron a sus hogares y sus hermanos recordaron que mamá había tenido que viajar a la ciudad y volvería hasta dos días después.

Al pardear la tarde descendió la temperatura y el catorceañero encontró a los cuatro pequeños, sentados en el marco de la puerta. Hasta entonces recordó que no había disuelto la leche en polvo, calentado los frijoles y tortillas que le habían encargado, porque la emoción lo venció. Anduvo jugando a las aguilitas (volados), en la calle adjunta a la escuela.

En ese instante llegó el papá y al ver el cuadro dedujo el incumplimiento de la tarea. Muy enojado tomó la escoba y asestó dos escobazos, uno en las sentaderas y otro en la espalda del adolescente mientras reclamaba: “¿Por qué no les dio de comer a sus hermanos?”

El chaval aguantó la reprimenda aceptando la falta.

La presencia protectora de la mamá diluyó pronto aquella circunstancia atípica en la familia. Su regreso alegró a todos.

La formación familiar ocupa de un esfuerzo determinado de padres e hijos, para combinar los diversos roles de convivencia.

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