Primer regaño

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Apenas era la segunda semana de clases de ese ciclo escolar y las primeras experiencias del inicio de los estudios en aquella recién fundada Escuela Normal Básica.

En memoria y con gratitud al maestro Felipe Madera Lauterio (QEPD).

Agazapados tras el muro del salón, permanecieron un rato que pareció eterno. No podían salir e irse a la casa. Tenían miedo a ser descubiertos por el Asesor del grupo.

Al término de la última clase, el maestro Felipe invitó a los estudiantes a salir al patio, para enseñarles un baile folclórico que próximamente presentarían ante la comunidad.

Las chicas, entusiastas como en casi todo grupo de adolescentes, salieron rápido, acción que aprovecharon para rezagarse varios muchachos introvertidos, negados o indispuestos los más, pero para su mala fortuna, quedaron atrapados entre las paredes del aula y la vigilante mirada del profesor, quién se puso a realizar la actividad en la banqueta y patio inmediato a la puerta de la nave del edificio educativo.

Apenas era la segunda semana de clases de ese ciclo escolar y las primeras experiencias del inicio de los estudios en aquella recién fundada Escuela Normal Básica. Para la mayoría de los alumnos era sorprendente la celeridad y cantidad de nuevos conocimientos, nueva y novedosa dinámica escolar. Había muchísima información que debía procesarse en breve tiempo.

Como sospecharon que el baile sería por parejas y había menos mujeres que hombres. Una rápida operación aritmética les dio oportunidad de sustraerse al contingente, pero se acentuó el sentimiento de culpa al tener obstruida la salida del plantel.

Esperaron en cuclillas, bajo la ventana para eludir la vigilancia de condiscípulos y el mentor.

“Se va a enojar el profe”, “Yo me quedé porque tú no saliste y estás más chaparro que yo”, “A mí no me gusta bailar”, “Yo nunca he bailado” comentaban justificando la razón de no atender la indicación; otros con su silencio evidenciaban su introversión.

“Yo sí me escapo”, dijo uno alardeando audacia, “yo también” se escuchó, pero nadie tomó la iniciativa.

Terminado el ensayo, el primero que entró de regreso fue precisamente el catedrático: “Permanezcan aquí mientras sus compañeros se retiran”, exclamó imperativo, azorrillando a los pupilos.

Esperó a que saliera el último estudiante para hacer una reprimenda fuerte, histórica, como sólo él sabía hacerlo, por el desacato a su instrucción de salir a bailar. Nadie se animó a objetar. Aprendieron los pasos básicos del Jarabe Mixteco. Fue notoria la didáctica empleada en ello.

Después se enteraron que su maestro había sido integrante de uno de los mejores ballets nacionales, que se presentaba en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México y los mejores escenarios del País.

“Vamos todos afuera, van a bailar ustedes solos, les diré cómo. En lo sucesivo van a participar en todas las actividades que aquí se implementen”, concluyó.

Entendieron que, como profesores rurales, debían prepararse en todos los ámbitos académicos, deportivos, políticos, culturales, productivos. A partir de entonces fueron involucrándose en danza folclórica, declamación coral e individual, teatro, música, canto, pintura, etc.

Adquirieron destreza y meses después colaboraban afanosos enseñando lo aprendido a sus condiscípulos de las nuevas generaciones.

[email protected]




Más noticias

Huberto Meléndez Martínez
Huberto Meléndez Martínez
Huberto Meléndez Martínez
Huberto Meléndez Martínez
Huberto Meléndez Martínez
Huberto Meléndez Martínez

Contenido Patrocinado