Edad para aprender

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

La naturaleza permite que se forme un pequeño animal con su especial complejidad y provoca curiosidad en los niños.

A la tía Manuela (QEPD), con cariño y gratitud.

Es de reconocer la maravilla de la maduración de un huevo de gallina en la reproducción, pues con solo aplicar ciertos grados de temperatura, en un ambiente sin humedad, a las tres semanas nace un polluelo.

Resulta increíble aceptar que en la yema y la clara que están dentro del cascarón, se encuentra toda la información y componentes genéticos para que se forme un pequeño animal con su especial complejidad, incluida la capacidad de eclosione.

Aquel día soleado, la mamá entró emocionada a la casa, por sus tres hijos mayores invitándoles a salir.

“Vengan, vamos con su tía para que vean cómo están naciendo los pollitos de la gallina búlica que tiene su abuela”.

Los muchachos dejaron de jugar y presurosos corrieron hacia donde les llamaron. El menor de ellos, entre sorprendido y titubeante, también se levantó y corrió, sin entender con claridad de qué se trataba.

Aunque era veloz, todavía le faltaba destreza para superar a los demás. Era incómodo ser el último y estaba decidido a superarlos. Se esforzaba y lo intentaba en cada juego, en cada actividad en que se ponían de manifiesto sus capacidades físicas.

El tropel se escuchó por el empedrado de la banqueta, cruzaron la gran cocina desde la puerta principal hasta la del fondo, en donde los tres escalones para acceder al patio de atrás frenaron un poco la carrera.

Al final de ese patio estaba el cercado hecho con ramas de arbustos espinosos y separaba la finca del sembradío de maíz del abuelo y arremolinados los encontró, asomándose por debajo del zarzal.

“¡Qué bonito!. ¡Mira, mira como camina¡ ¡Ya salió otro!, ¡Ahí está otro huevo moviéndose!”, escuchaba que decían los hermanos.

Por estar apretujados en torno a lo que observaban, no lograba ver lo que ahí había, los empujaba a los lados para hacerse espacio sin conseguirlo. Al fin su mamá lo tomó por los brazos y lo acercó a un nido de gallina en el suelo: había quizá una media docena de huevos y tres diminutos pollos que caminaban desorientados y con tropiezos. Su agudo cloqueo era escandaloso y grato.

El sol que se filtraba entre las ramas del cercado le permitió ver que ahí había algunos cascarones vacíos. En efecto, algún huevo se movía un poco y luego se estrelló el cascarón. Algo golpeaba y aumentaba el tamaño de la fisura. Luego se vio que era el pico de un pollito que estaba dentro. ¿Quién lo metió ahí? Picó y picó hasta que logró salir a caminar entre los demás.

No lograba entender la admiración y calificativos de asombro por aquel suceso. Le parecieron exageradas sus manifestaciones de alegría.

¿Existe algún tiempo determinado para entender ciertas rarezas en la vida de una persona, de algún niño?

Él creía que había cosas mejores en la vida. Quizá estaba en situación de ignorancia, falta de entendimiento o comprensión de fenómenos particularmente complejos.

[email protected]




Más noticias

Huberto Meléndez Martínez
Huberto Meléndez Martínez
Huberto Meléndez Martínez
Huberto Meléndez Martínez
Huberto Meléndez Martínez
Huberto Meléndez Martínez

Contenido Patrocinado