Distinción escolar

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Ser parte de la escolta, requiere no solo de disciplina física y práctica, sino de ser buen alumno en el ámbito escolar.

A los amigos Pascual (+), César, José Luz, José Luis y Pilo.

“El abanderado será José Luz y César el comandante” Determinó la Maestra Cruz. Ninguna objeción a las denominaciones, pues la mentora tenía a su cargo la asesoría de ese grupo de tercero de secundaria y por varias generaciones los estudiantes esperaban llegar a ese grado, para recibir las atenciones de ella. A pulso tenía ganado un prestigio entre la planta docente.

Además, era indiscutible el mérito académico de quien portaría honrosamente el Lábaro Patrio; por su virtud de ser expresivo, desenvuelto, tener dominio de público y voz potente a quien daría las órdenes para dirigir el conjunto.

José Luis tenía buenas calificaciones, su carácter afable que pasaba rápido de la seriedad a la alegría y con una actitud siempre solidaria a sus condiscípulos, en particular con quienes le consultaban sobre dudas o tareas difíciles de realizar, fue asignado en la posición de vanguardia derecho.

Pascual hacía pesas, sentadillas “lagartijas”, abdominales, jugaba a las vencidas y empezaba a practicar básquet bol con gran entusiasmo. Haber repetido el primer grado le consolidó y su aplicación fue notoria. Quedó de guardia izquierdo.

Porfirio, de inteligencia interpersonal (según la clasificación hecha por Howard Gardner a finales de los años 70) quedó de guardia derecho. Había sido notoria su presencia desde la vez que el maestro de inglés pidió a los estudiantes que, en sus clases durante el pase de lista, respondieron en ese idioma. Al escuchar su nombre y apellidos, todos contestaban “present”, sólo él, con voz casi de adulto y con cierta sonoridad respondía “I’m present!”. Quedó como vanguardia derecho.

Del vanguardia izquierdo quizá pudo advertirse su pasión por las matemáticas y se sorprendió por ir al frente, pero percibió un cómodo confort al quedar arropado entre abanderado y sargento.

El común denominador en todos ellos el promedio de estatura y esbeltez (en ese tiempo la mayoría de los adolescentes era de complexión delgada).

Regularmente carecían de Profesor de Educación Física, aunque ese ciclo escolar habían contratado al maestro Javier, “Calo”, un joven que realizó dignamente el Servicio Militar. Su edad y carisma permitieron la aceptación y afecto de los pupilos.

La convicción llegó en automático: debían estar a tono con las otras dos escoltas con eficiente presencia: la de la Secu de la competencia y la integrada por elementos del Ejército Mexicano, de la onceava zona.

Su formación en la disciplina sería garante de eficiencia en las ejecuciones. Adicionalmente la maestra solicitó apoyo de un elemento militar, quién atendió los detalles de postura y garbo.

Tronaban los aplausos emitidos por los orgullosos tutores y la generalidad del público, cuando en los desfiles pasaban Marina y Maricela, las dos niñas graciosas y de menor estatura), portando el banderín anunciando la presencia de la Institución, iniciando la uniformada y flamante escolta marchando al son de los tambores de la reluciente banda de guerra.

Fueron años gloriosos y enriquecedores en la vida de estos escolares.

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