Contraste conmovedor

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Durante el transcurso de la vida, cambiamos algunas actividades de recreación por otras que tienen el objetivo de atender a la familia.

A Ma del Refugio Martínez Rdz. (+), mi madre.

“¿Qué le pareció la película, mamá?”, preguntó al salir de una proyección en 3D que vieron en el domo del museo interactivo Descubre, de la ciudad de Aguascalientes.

“Mira”, expresó a manera de respuesta, haciendo un movimiento de la cara para mostrar las manifestaciones de júbilo y alegría de tres de sus nietos que también habían estado en la sala de proyección.

Los niños charlaban animadamente entre ellos y con sus papás, maravillados por lo que acaban de ver.

  • “Los personajes parecían salir de la pantalla” exclamó alguien.
  • “Sentía que estaba adentro de la película” decía otro.
  • “Escuchaba las voces aquí cerca de mi oído” comentaba alguien más.
  • “Pero el sonido se cambiaba de lugar, a veces se oía adelante, a veces atrás o que venía desde muy lejos, cuando se trataba de algo o alguien que se iba acercando”.

Inicialmente pensaron que los lentes especiales iban a obstruir la visión, pero no, hasta se olvidaron que los traían puestos.

  • “Yo me los quité un momento, pero todo se veía borroso y en doble imagen”.
  • “Que los asientos estén inclinados hacia atrás, hace que se llene todo el frente para ver”.
  • “Cuando caíamos al vacío me sentí mareado”.

Una voz se empalmaba a la otra rebosantes de entusiasmo por la experiencia recién vivida. Esos niños querían recapitular las sensaciones del recorrido y de la proyección.

La experiencia sensorial y motivacional había sido interesante para todos durante el recorrido por aquellas amplias instalaciones.

Dado que los padres eran profundamente religiosos, lo primero que hicieron en aquel viaje vacacional fue visitar la Catedral Basílica de San Juan de los Lagos y ahora estaban en la capital hidrocálida, ya de regreso a casa, pero consideraron que estaba faltando llevar a los niños a algún sitio en el que pudieran distraerse y descansar del viaje, optaron por visitar ese museo.

“¿Cuánto tiempo hace que entró usted a una función de cine?” inquirió curioso el hijo.

La madre pensó un poco para hacer memoria:

“Desde que estábamos esperando a tu hermana mayor (medio siglo antes).

“Vivíamos en el rancho y por ahí pasaban los gitanos (les decimos húngaros), colgaban una sábana en una de las paredes del patio de la caballeriza del Casco de la Hacienda; cada quien llevaba su silla, cobraban en centavos o a veces en especie. Algunos llevamos frijol, trigo, huevo, maíz o hasta nos aceptaban una gallina y nos daban cambio. El cine era mudo. Luego nacieron ustedes y por atenderlos dejamos de asistir a esas y otras funciones”.

El hijo imaginó la velocidad del pensamiento de sus papás durante la comparación forzosa sobre su concepto del séptimo arte de aquellos ayeres, a la vivencia más reciente, su capacidad de adaptación.

Indudablemente el mundo es muy diferente después de 50 años y cada vez se reduce más el tiempo para que aparezcan grandes cambios.

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