Ausencia no esperada

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Semanas antes de terminar el ciclo escolar, dejó de asistir una alumna y sus padres solamente enviaron el aviso, sin mencionar el motivo.

A Micaela Gabriel Solís quien hoy debe ser una mujer ejemplar.

El comentario provocó al profesor una sensación de agua helada recorriendo la columna vertebral y una angustia indeseable cuando pasaba lista de asistencia: “Ya no va a venir, Profe”.

Mica, una niña doceañera que llegó a cursar el sexto grado de primaria en aquella escuela rural de concentración regional, a la cual acudían escolares procedentes de La Lagunilla, La Pendencia, Nuevo Tampico, El Rodeo, Telmo, El Zancudo, etc.

Desde el primer día fue el foco de atención de la escuela por su porte distinguido, la pulcritud de su higiene personal, su fisonomía bonita,… su eventual y grata sonrisa contrastaba un poco con su actitud reservada.

Como otras alumnas, ella generaba determinado acercamiento de las compañeritas, la buscaban para entablar amistad y los niños anhelaban ser sus compañeros de pupitre. Querían relacionarse, saber de ella porque los grados anteriores los había cursado en la ciudad de Torreón, Coah. Por razones familiares sus padres la inscribieron en este plantel.

En su comunidad de origen, Francisco Villa Uno, pequeña ranchería aislada en el semidesierto zacatecano, las posibilidades de estudiar eran limitadas porque tenían una Escuela Unitaria y los tutores, como habían inscrito a su hijo mayor en la secundaria de esta otra localidad, prefirieron mandarla los domingos por la tarde en ancas de la motocicleta de su hermano y permanecía en el albergue escolar durante toda la semana. Era costoso viajar diario a su casa por aquellos tormentosos treinta y dos kilómetros de brecha.

Rogelio, un muchacho largo y delgado, introvertido, pero excelente volibolista, recibió el honor de ser su compañero de banca. Hasta él aprendió (con grandes esfuerzos) a ver a los ojos a los demás.

Alguna situación familiar le impidió a esta niña terminar el ciclo escolar. Semanas antes se ausentó y sus padres solamente enviaron el aviso, sin mencionar el motivo. El maestro, que ya tenía el reporte de calificaciones, luego de meditarlo mucho y consultando con el director de la escuela, decidió dejar el promedio correspondiente. Imaginó alguna reprimenda de la Supervisión Escolar porque implicaba cometer una incidencia administrativa, pero asumiendo los riesgos, consideró más fuerte la posibilidad de que en un futuro próximo su familia podría enviarla a seguir estudiando en alguna otra parte.

Había sido la alumna con mejor desempeño y hasta la fecha de su ausencia, tuvo una calificación inigualable. Incluso el profesor la había anotado para representar a la escuela en la Olimpiada Infantil del Conocimiento.

Envió un recado con la invitación a recoger su Certificado de Estudios en la ceremonia de graduación, a la cual acudió al final del evento.

Hay alumnos cuya presencia parece iluminar los salones de clase con su desempeño académico. Van adelante, son punteros y ejemplo a seguir para sus compañeros de estudio; les afloran más virtudes ante los ojos de los demás, motivan la competencia, el nivel de colaboración del grupo asciende y contribuyen edificando un buen ambiente escolar.

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