Aprendizajes en la vida

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

En ocasiones debemos adecuar las circunstancias y convertirlas en oportunidades de crecimiento.

Con gratitud, a la familia Torres Ortega de Cedral, S. L. P.

Con frecuencia su mamá entraba en preocupación porque el muchacho era muy disgustado con los alimentos. Rechazaba los caldos de res, pollo o cabra al igual que las verduras y sopas de pasta.

Aunque insistía con todos los hijos, que debían dejar de preguntar sobre los alimentos del almuerzo, comida o cena y en vez de ello, agradecer a Dios porque tenían algo para comer.

A veces se desesperaba y cambiaba el tono para decir “Aquí no es restaurante”, “No puedo hacer una comida para cada uno”, “Usted no pregunte y coma lo que le doy”. Veía al “prieto” comer sin ganas y eso le afligía quizá porque recordaba lo enfermizo que había sido en la infancia y habían gastado mucho en el tratamiento médico.

Intentando no dejarse notar ante los demás hijos, a veces buscaba la manera de darle algo distinto.

El muchacho tampoco decía qué era lo que más le gustaba, pues habría reprimenda de por medio. Ansiaba expresar que el mayor deleite para él era cuando les preparaba papa molida y lampreada con huevo, acompañado de frijoles, tortillas y un buen vaso con café.

Por el deseo de prepararse después de terminar la Secundaria tuvo que dejar a su familia para ir a estudiar a Cedral, S. L. P., un lugar desconocido para la mayoría de los habitantes de su lugar de origen, pero ahí se abrían posibilidades para un mejor destino, pues iniciaba una escuela Normal, en la que fue aceptado. Allá se encontró múltiples situaciones nuevas, desde el modelo educativo, plan de estudios, nuevos maestros, compañeros procedentes de los diversos Estados circunvecinos; el contexto social distinto a lo vivido durante los primeros quince años de existencia.

Y ahora llegaba a una casa ajena, recibiendo alojo de la familia Torres, amables y serviciales pero desconocidos. Estaba frente a un sendo plato de caldo enriquecido con abundantes verduras.

Si como dijo Juan Rulfo que “el sueño es muy buen colchón”, para un disgustado en comer, basta con que tenga hambre y esté sin dinero, indudablemente disfrutará cualquier platillo.

Hubo un segundo tiempo constituido con fideos y dos trozos grandes de algo que parecían papa capeada. El pensamiento voló en fracción de segundo a la añorada casa materna, esperanzado y glotón dio la primera mordida, lengua y cerebro entraron en pugna. Ganó la lengua, el sabor era distinto y muy jugoso: el relleno era coliflor hervida. Recordó que le desagradaba, pero siendo atento y cortés la consumió forzado.

Quedó a la expectativa de lo que habría para almorzar el día siguiente: sopa de cebolla, en la comida, calabacita y en la cena chiles rellenos de queso. Después, más sopa de cebolla o col, chiles, ejote, chayote. Identificó el común denominador de todas las comidas. Las hortalizas (verduras y legumbres).

Aceptando esa nueva realidad, adecuándose a las circunstancias y convirtiéndolas en oportunidades de crecimiento, fue posible superar la situación.

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