Aprender a emprender

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Comenzar a vender un producto siendo niño, requiere de varias cualidades que permiten el desarrollo de habilidades importantes para su crecimiento.

Con admiración a Marcos, mi hermano.

Se le vio contento camino a casa presumiendo popularidad, pues varios niños de su edad lo acompañaban emocionados de verlo empujando un pequeño carro con paletas de hielo en la cuesta arriba de la calle, un soleado día de verano.

Algunos de sus hermanos suspendieron el juego que tenían enfrente del hogar para verlo. ¿Cómo había conseguido que en la paletería del pueblo le facilitaran aquel carro? Todos conocían a los paleteros de oficio, pero eran personas mayores con carros que transportaban mucho peso con su variedad de paletas de sabores.

Iba un poco sudoroso, pero alegre porque a los transeúntes les pareció gracioso ver a un niño con un carro también de tamaño infantil y se acercaban a comprarle algún producto.

Varias monedas tintineaban llamativas en la bolsa de su pantalón.

Calificaron como buena la ocurrencia, cuando por la tarde fueron testigos de cómo hacía partes en las ganancias obtenidas. Las entregó a su mamá, quien le regresó lo suficiente para pagar un boleto del cine y adquirir alguna golosina.

Desafiante fue con sus hermanos mayores a decirles: “¿Vamos a ir al cine? Yo pago mi entrada.”

Perplejos, sin recursos y apenados, fueron con la madre a pedir dinero. Se los dio, a sabiendas que estos habían aprendido la lección.

Aunque era muy pequeño, años antes había conocido el camino en donde consiguió el carro infantil, porque ahí trabajaban dos muchachas conocidas, Chuya la prima y Rosalba la novia de su hermano mayor. Varias veces se escapó de la casa y se iba para allá, con intención de que le regalaran una paleta o un simple pedazo de hielo, era igual de divertido.

No pocas veces se detenía al cruzar la vía del ferrocarril, para colocar una moneda de veinte centavos y luego que la recogía, agrandada por el peso de las descomunales ruedas de los vagones, intentaba cambiarlas por “monedas de a tostón”.

Sospechando que llegaba sin permiso, pedían autorización para llevarlo de regreso a su domicilio. Su presencia inhibía la reprimenda de la angustiada progenitora, quién restringía sus salidas sabiendo del peligro del tráfico vehicular en las calles y del cruce de la vía del tren.

Aprendió pronto el oficio, pues luego pedía que le proporcionaran más productos elaborados con frutas, pero a base de agua, porque las denominadas “paletas esquimales”, que fabricaban con leche y chocolate, espolvoreadas con virutas de pulpa de coco, con envoltura distinta, debían venderse más caras, la gente prefería las baratas.

Tal fue el éxito de aquella acción que, cuando el padre se enteró del porcentaje de ganancias de los vendedores y motivado porque pasaba por una etapa de crisis económica, solicitó hasta dos carros para llevar venta por algunas comunidades cercanas en días de fiesta o de concentración de personas en los juegos de béisbol.

Ser emprendedor implica imaginación, iniciativa, creatividad, innovación, aprender a ser desenvuelto, laboriosidad, aplicación, perseverancia y más.

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