A las 7 de la mañana

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Al exponer su proyecto al director de la escuela, consiguió apoyo pero quedó sujeto a la aprobación de madres y padres de los alumnos.

A la generación 1975-81, “Primaria Niños Héroes”.

En tiempo de frío las clases iniciaban con Educación Física para “entrar en calor”. La primera media hora hacían calentamiento para luego trotar o correr. En deportes y atletismo hubo buenos descubrimientos, según quedó manifiesto en los encuentros deportivos con otros equipos de la Zona Escolar.

El dominio en las matemáticas tardó un poco, pero conforme pasó el tiempo, se consiguieron los cimientos para su entendimiento.

El profesor había recibido la responsabilidad de atender el grupo de sexto grado y contaba únicamente con el conocimiento de una práctica ordinaria durante sus estudios normalistas.

Lo más evidente era la falta de habilidad en la lectura y de dominio de las operaciones aritméticas básicas.

Las primeras impresiones le desalentaron un poco, pero luego de meditarlo a conciencia y sobreponiéndose, esbozó un plan de acción, pues la solución era esa, actuar de inmediato.

Al exponer su proyecto al director de la escuela, consiguió apoyo pero quedó sujeto a la aprobación de madres y padres de familia de los alumnos.

El horario de clases era de 9:00 hrs. a 14:00 hrs. Su propuesta era tener dos horas adicionales para trabajar con esas asignaturas. No podrían desarrollarse por la tarde, porque las aulas se ocupaban en atender a los alumnos de Secundaria, así que la propuesta consistió en que su hora de entrada fuera a las siete de la mañana.

Las condiciones fueron: asistir a los honores de la bandera los lunes, pues la escolta oficial estaba integrada por niñas y niños de ese grupo, y trasladarse todos los días a la hora del recreo para que convivieran con los demás grados, pues a falta de aulas en el plantel, este grupo era atendido en el Salón Ejidal ubicado en el centro de la comunidad.

¿Y los alumnos?. Ellos siempre son materia dispuesta. Al principio se sorprendieron, pero luego aceptaron porque el escenario que se puso al frente fue el de adquirir las herramientas académicas suficientes para proseguir sus estudios.

Por fortuna los resultados aparecieron gradualmente y en poco tiempo leían con fluidez. Un ejercicio productivo fueron los concursos de lectura de velocidad.

En la lectura de comprensión ayudó significativamente el detectar las ideas principales del texto, los comentarios de análisis sobre el contenido y las tareas de redacción sobre temas determinados, algunos relativos a las lecciones y otros sobre la vida de la comunidad o actividades de los escolares.

La ortografía mejoró con la identificación de palabras desconocidas para luego buscarlas en el diccionario, gustaron las competencias de equipo, poniendo atención a la forma de escribir ciertas palabras, pues “a libro cerrado” debían recordar porque el maestro dictaba de diez a quince palabras por lección, dependiendo de la extensión del texto. Ellos las escribían en su cuaderno y luego revisaban intercambiando las libretas con sus compañeros, tomando del libro o del listado que el mentor ponía en el pizarrón.

Es cierto, el trabajo fructifica.

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