
Opinión José Antonio Rincón
En estos días el presidente de la república, lleva a cabo giras de despedida por toda la patria.
La sabiduría popular expresada en lo que llaman proverbios, refranes, sentencias, adagios y hasta dichos, alcanza un rango tan alto que también les nombran evangelios chiquitos, por las enseñanzas que algunos dejan.
Las lenguas del mundo están pobladas de ellas y nadie reclama su paternidad, por eso son patrimonio de la humanidad de facto y encierran grandes enseñanzas, además de que también están técnicamente clasificados, porque abarcan una multicolor temática en las que no puede faltar las de humor, que no es el caso.
La paremiología es la encargada del estudio de una paremia, concepto donde caben todos los enunciados arriba.
El refrán que da nombre a esta opinión es muy conocido y da para muchas interpretaciones. Suele aplicarse en las visitas a una casa, en las que en no pocas ocasiones el anfitrión lo que quiere es que se marchen, pero el visitante nomás fintea con despedida y despedida, tanto que en ocasiones se hace muy tarde y no hay más remedio que invitarlo a que se quede, lo que claramente era su objetivo.
El preludio anterior tiene utilidad, porque en estos días el presidente de la república, lleva a cabo giras de despedida por toda la patria, donde la gente hasta le grita que se quede, lo que él sabe que no puede ser porque constitucionalmente su mandato termina el último día de septiembre.
Sin embargo, es evidente que no tiene ganas de irse, sino de quedarse en la memoria de la gente, lo que hasta cierto punto es explicable en un líder político que piensa que transformó a su nación. Quizá le apueste a la frase de Napoleón, que reza así: “La inmortalidad no existe, solo el recuerdo que queda en la memoria de los hombres.”
Hasta allí, se explica, pero que en esas giras traiga de segundona a la presidente virtualmente electa, adquiere otras dimensiones con mensajes evidentes.
Su presencia pretende hacer sentir que el que manda es él y ve a la presidenta como su subordinada, recordándole que él la hizo y la puso en el cargo y debe obedecerlo.
Parece que quiere perpetuarse en ella, porque le dicta a quién designar en los cargos del ya inminente gobierno y a seguir con su programa, dando a entender que su influencia traspasa o debe sobrepasar su periodo gubernamental.
Su comportamiento en este último tramo del sexenio no tiene más fin que permanecer.
Es inédito que un presidente de la república ande de gira de despedida con la sucesora. Ni en los momentos más estelares del PRI ocurrió. Lo que ocurría en circunstancias como las presentes es que el sucesor iba imponiendo agenda y dibujando su propio sello.
La obediencia de Claudia Sheinbaum no puede ser genuina, porque es impensable que se sienta cómoda, teniendo en cuenta que el cargo de presidente es unipersonal y el poder no se comparte y es para ejercerse.
La sombra del Caudillo se pasea en el mundo de la nueva presidente y necesita difuminarla, porque siendo como es una mujer brillante, ya que la deje brillar con luz propia.
En octubre comienza el segundo piso de la 4T, mientras en nuestro estado se atora el segundo piso del boulevard.