El primer libro de la nueva biblioteca

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Una semana antes de cumplir siete años, Eco pidió a Papá que le comprara un primer libro. No uno de colorear; no uno de bebé, donde cada página es un cartón grueso. Eco pidió su primer libro de 239 páginas, novela infantil. “Pero lo leerás”, dijo Mamá. “Lo leerás completo”, remachó Papá. Dentro del coche, … Leer más

Una semana antes de cumplir siete años, Eco pidió a Papá que le comprara un primer libro. No uno de colorear; no uno de bebé, donde cada página es un cartón grueso. Eco pidió su primer libro de 239 páginas, novela infantil. “Pero lo leerás”, dijo Mamá. “Lo leerás completo”, remachó Papá. Dentro del coche, entre sus dos hermanos, el niño volvió a acariciar la portada, emocionado.

En casa empieza a silabar los primeros renglones. Debido al confinamiento pandémico de los recientes 17 meses, el niño no tuvo en septiembre pasado un primer día en escuela. Papá lo dijo a Mamá, el otro día: “Eco perdió una experiencia que tú y yo y nuestro hijo mayor sí tuvieron: el primer día en el salón de primero de primaria”.

Eco aprendió a leer como pudo: retomando aprendizajes del preescolar; a un lado de Mamá; a un lado de Papá; importunando al adolescente que es su hermano mayor. En agosto de 2020 celebró sus seis años entre pandemia; la próxima semana será igual. Ahora termina de leer el tercer párrafo y entra al siguiente.

El niño lee en voz alta sílaba por sílaba hasta llegar al final de la palabra: une todo, lo confirma y pasa a la siguiente. Han pasado nueve días y lleva seis páginas del libro. Entonces insiste a sus papás que quiere un librero pequeño, porque con ese volumen nuevo, suyo, empezará su propia biblioteca.

Mamá buscó en Facebook quién venda un mueble de medio uso. Papá preguntó a sus amigos por carpinteros. Durante el mediodía del martes, Mamá reacomodó libros y documentos de Papá: Eco descubrió un revistero rígido de plástico, negro, con el ancho de un cartapacio de aros. En él vio su primer “librero”. También encontró un separador, blanco, sencillo.

Papá teclea a las 5:12 de la mañana de este miércoles a un lado de la cama donde duerme su segundo hijo, Eco. El niño respira profundamente. Detrás de éste se yergue la cabecera y sobre el remate superior de ésta, en el extremo izquierdo, se posa el revistero negro con la novela infantil: el primer libro de la nueva biblioteca personal que hay en casa.




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