El nuevo ciclo

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

El libro de la Sabiduría o Eclesiastés insiste en que hay un tiempo para lanzar piedras y otro para recogerlas; un tiempo hay para reír y otro para llorar.

Qué absurdo sería si el árbol maldijera su realidad porque hoy se ve desnudo, sin frutos, flores, hojas. Tendrían que explicarle que está sujeto a un ciclo de equilibrios; que llegará su etapa de renacimiento, después la de florecimiento y después la de plenitud, para más adelante volver a prescindir de todo. Y vuelta a la vuelta.

Por más que quiera, por más que se esfuerce, este árbol no se verá cada día cargado de frutos. No es posible, no entra en la ley de la Naturaleza. Para volver a tener, hay que volver a vaciarse.

La vida está fincada no en la exaltación, sino en el equilibrio. No en la exuberancia, sino en la alternancia.

Recordemos al Antiguo Testamento: Las vacas flacas desfilan tras las gordas, y vuelvan a aparecer las escuálidas. Vivimos en el ciclo, sujetos a un movimiento pendulario: ora conservadurismos, ora liberalismos.

Lo dijo el abuelo o la mamá cuando nos vieron ver nuestra suerte: “Como ayer comiste las maduras, hoy cómete las duras”. Una limosnera de mi pueblo contestaba a quienes le negaban la dádiva: “Hay veces que nada el pato, hay veces que ni agua bebe”.

Abajo tenemos las hormigas, quienes también viven sus ciclos. Arriba tenemos la luna, que ora crece, ora disminuye. La Maestra Natura prende o desprende paisajes con tonalidades rosadas, verdes, amarillas o blancas, según la fase del ciclo.

Por eso resultan inconvenientes tanto la sobreexposición como el sobreocultamiento. Por eso son desagradables los absolutos bullicios y mutismos. Absurdo resulta querer estar contento en cada instante. El libro de la Sabiduría o Eclesiastés insiste en que hay un tiempo para lanzar piedras y otro para recogerlas; un tiempo hay para reír y otro para llorar; un tiempo para nacer y otro para morir.

Los griegos sabían de esto, al grado de dedicar lo suficiente a lo apolíneo y después a lo dionisiaco.

“Un cambio de año no define un cambio en tu vida”, dicen ahora los gruñones, y tienen razón. Pero también es suficiente argumento el que el final e inicio de una vuelta más de este planeta a su sol constituye buen pretexto para soltar amarras y buscar nuevas barcas. Hacia allá vamos.

[email protected]




Más noticias


Contenido Patrocinado