Desconocidos

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Es común que a los niños pequeños se les conmine: “no hables con extraños”. Y es que entablar un diálogo con un desconocido puede conducirnos hacia lugares que quizás no nos gusten. En el caso de los pequeños es para protegerlos, por supuesto, de las argucias de algún malintencionado delincuente, pero está claro que para … Leer más

Es común que a los niños pequeños se les conmine: “no hables con extraños”. Y es que entablar un diálogo con un desconocido puede conducirnos hacia lugares que quizás no nos gusten. En el caso de los pequeños es para protegerlos, por supuesto, de las argucias de algún malintencionado delincuente, pero está claro que para los casos de usted que lee esto y el mío se constituye como la única forma de hacer que un desconocido deje de serlo.

Es muy agradable recordar cómo fue que conocimos a muchas de las personas que amamos: a nuestro cónyuge, por ejemplo. Trate de hacerlo y le aseguro que el recuerdo le arrancará una sonrisa. Y tal vez por lo mismo es que no haya mayor desgracia que darse cuenta a veces de que vivimos con completos desconocidos.

Tantas veces la rutina del día a día llega a zanjar verdaderos abismos entre dos seres humanos próximos como los esposos, un par de amigos y hasta de hermanos. Las relaciones se enfrían, principalmente, por la falta de comunicación. Y que conste que, aunque la mayoría de las veces sea a causa de alguna diferencia o enfado, basta que se ceda el paso a la apatía o el desinterés para que esto ocurra y, de pronto, algún día, nos percatemos de que compartimos techo y lecho con auténticos desconocidos.

A una persona se le conoce a través del diálogo, por supuesto, pero también y quizás mejor, a través de las emociones puestas a prueba por situaciones estimulantes como la euforia de un baile en una fiesta o el llorar la muerte de un ser querido ya que es de esta forma como evidenciamos ante otros nuestras reacciones. ¿Ha escuchado usted la frase vulgar de “enseñó el cobre”? Se dice que los falsificadores solían bañar en oro monedas de cobre para hacerlas pasar por un valor mayor en las transacciones y a eso es precisamente a lo que me refiero.

Voltee a ver a quien se encuentra a su lado. ¿Está seguro de que lo conoce realmente? No se ha convertido en un desconocido para usted con el pasar de los años?




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