Defecto o virtud

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

Dedicado a la Mtra. Rosa Bertha Gaspar Ponce, con afecto y admiración   Tenía el sueño de ver a sus hijos profesionistas y no sabía cómo lograrlo, pero estaba seguro de llegar a esa meta. Sus posibilidades eran remotas porque había quedado huérfano al nacer y por ende, criado por una tía u otros familiares … Leer más

Dedicado a la Mtra. Rosa Bertha Gaspar Ponce, con afecto y admiración

 

Tenía el sueño de ver a sus hijos profesionistas y no sabía cómo lograrlo, pero estaba seguro de llegar a esa meta.

Sus posibilidades eran remotas porque había quedado huérfano al nacer y por ende, criado por una tía u otros familiares en determinadas épocas. En la infancia se tenía que levantar antes de la salida del sol para caminar hora y media hasta donde estaba la escuela, a la que solamente pudo asistir tres meses, los cuales fueron suficientes para aprender a leer, escribir y que le gustará el estudio. La necesidad y el contexto lo pusieron en contacto con la agricultura y la ganadería en la sierra michoacana.

En su juventud tuvo la fortuna de casarse con María Presentación Ponce Reyes, hija de un acaudalado propietario (ochocientas hectáreas), donde trabajó con intensidad varios años hasta lograr adquirir su propio terreno. Ciento cuatro hectáreas que le compró invirtiendo todo lo recaudado.

Familiares y amigos le cuestionaron la compra por encontrarse ubicada a mayor distancia de la cabecera municipal, a donde aspiraba ir a vivir. Se sabía que allá había mejores oportunidades laborales y escolares, donde sus hijos podrían tener formación académica.

Decidido y apoyado por su esposa, años después volvió a quedar sin capital por conseguir un predio donde con sus propias manos y la ayuda de sus muchachos, fue elaborando adobes hasta construir una casa para sus ocho hijos.

Consiguió trabajo en el jornal cuya actividad iniciaba a las cinco de la mañana y concluía cerca de la media noche. Nunca pudo tener un sueldo en proporción a las actividades desempeñadas, pero no cejó, sus convicciones fueron más fuertes que el cansancio o la ingratitud de sus avaros patrones

Formó a su familia con equidad e igualdad. Todos tenían que aprender tanto actividades del campo como del hogar: la mamá lavando y planchando ajeno, los demás cuidando niños después del horario escolar, realizando trabajo doméstico en otras viviendas, acarreando agua, haciendo limpieza. Las posibilidades de estudiar y obligaciones fueron iguales y debían presentar buenas calificaciones.

Su pequeña Rosy “pagó la vergonzosa factura” que muchos escolares tienen cuando cambian de escuela del medio rural hacia el medio urbano. El vacío de conocimientos sólidos para cursar el tercer grado le hizo repetir el año, pero de ahí en adelante sus promedios fueron en ascenso.

Don Toño Gaspar Mendoza vivió varios años con un temor: que sus hijas se casaran con un hombre machista y las maltratara o les limitara profesionalmente, pero lo ocultaba con su sencillez y buen humor, muy sociable con amigos y vecinos, cariñoso con su esposa e hijos.

Visionario cumplió con creces su misión en esta vida. Todos estudiaron y ejercen una carrera, algunos en el magisterio, otros en los servicios de salud o la empresa. En vez de preocuparse por el mundo que dejaría a sus hijos, se ocupó de dejar buenos hijos a este mundo.




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