
Opinión Jaime Casas Madero
Todas las estrategias para enfrentar este mal que ahora nos intimida y nos tiene con miedo, deben de tener un origen, y este debe ser el Estado.
Hace tres semanas, en mi columna de los martes en este mismo medio, decía que era pertinente retomar el llamado a un pacto contra la inseguridad en nuestro Estado; y hoy, de nueva cuenta, retomo esa necesidad urgente de hacer una convocatoria a todos quienes integramos esta sociedad, porque cada día se ven tiempos difíciles que debemos enfrentar unidos como sociedad.
La deshumanización y actuación de la delincuencia organizada es cada día más intimidatoria y frecuente. Ya no con gente desconocida, si no con personas cercanas a nuestro círculo social, que sufren y padecen sus estragos destruyendo vidas, familias, proyectos y a la misma sociedad en que estamos viviendo y hemos apostados para que vivan nuestros hijos.
Todas las estrategias para enfrentar este mal que ahora nos intimida y nos tiene con miedo, deben de tener un origen, y este debe ser el Estado, con su poder y soberanía requiere de reconocer la situación que actualmente vivimos y convocar a un gran movimiento social, donde todos seamos parte de la solución, pues sin duda, que todos somos parte u hemos contribuido ello, por omisión, silencio o simple indiferencia en el pasado lo que ha propiciado que este mal crezca y ahora nos aterrorice.
Pues quizá como padres de familia no hemos actuado con mayor rigidez en la supervisión y conducta de nuestros hijos. Quizá como empresarios no hemos calculado el exceso en la adquisición de nuevos modelos de desarrollo en la diversión y distracción que están afectando a las nuevas generaciones, en búsqueda de una ganancia económica mayor. Quizá como Jóvenes, no hemos calculado que estamos adentrándonos a un callejón sin salida en aras de una libertad sin límites que reclamamos de nuestros padres y de la sociedad. Quizá como Maestros no hemos podido inducir u orientar a los jóvenes a evitar conductas que de antemano sabemos que les serán perjudiciales en el futuro. Quizá como Gobierno no hemos implementado las políticas públicas apropiadas para evitar el debilitamiento de valores y principios que nos distinguían y fortalecían como sociedad, propiciando con el ello el relajamiento de todos los actores sociales ante la debilidad o complacencia de la Autoridad.
Quizá sea o no cierto, pero lo que sí es una realidad, es que estamos en una grave crisis social donde todos somos corresponsables y donde todos tenemos la obligación y voluntad de resolver.
Es el momento donde se requiere la convocatoria de la Autoridad para la participación de todos….Sí de todos, para enfrentar este mal que nos aqueja, donde cada quien debe asumir su rol en la sociedad y donde el único propósito deba ser el bienestar y de recuperar nuestra paz y tranquilidad social, sin distingos políticos ni coyunturas electorales, olvidando diferencias sociales e históricas pues lo único que debe prevalecer es el interés y el bien común y recuperar una sociedad que nos brinde un futuro estable y duradero.
Pues serán ellos, la autoridad y los especialistas y sobre todo, nuestras conciencias quien nos orienten y nos digan qué es lo hay por hacer, sin regateo alguno, aunque ello implique modificar conductas, movimientos, tendencias o libertades recientes que han agravado el problema que hoy enfrentamos.