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Opinión

Debo decirlo… El fracaso de la Izquierda en América Latina

Debo decirlo… El fracaso de la Izquierda en América Latina

Jaime Casas Madero

Al inicio de los años noventa, la izquierda en América generó una alternativa de gobernanza en los países del continente, los cuales venían de padecer los lastres y abusos de dictaduras militares y de ultraderecha.

Jaime Casas Madero
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16 de diciembre 2025

El triunfo de la extrema derecha en Chile el día de ayer confirma que la izquierda en América está en un proceso de decadencia y rechazo social que se ha manifestado en varios países de este continente desde hace dos décadas.

El discurso, la doctrina y la filosofía de la izquierda americana no han logrado consolidarse como una alternativa eficaz en el ejercicio del poder público ni como una opción democrática para el desarrollo de los pueblos del continente americano.

Al inicio de los años noventa, la izquierda en América generó una alternativa de gobernanza en los países del continente, los cuales venían de padecer los lastres y abusos de dictaduras militares y de ultraderecha, principalmente con tendencia fascista, que no solo retrasaron, sino que impidieron como política de Estado el desarrollo de estas naciones, sumiéndolas en el subdesarrollo y la pobreza extrema, además de una violación constante de sus derechos políticos y humanos sin precedentes.

La izquierda respondió a ello con un discurso innovador y, sobre todo, esperanzador para la ciudadanía, lo que dio inicio a su bonanza y arribo al poder en diferentes países de la región. Sus líderes lograron sostener durante algunos años ese discurso, acompañado de la implementación de políticas públicas que resultaron eficaces a corto plazo; sin embargo, posteriormente sobrevino la disolución y la falta de congruencia sistemática de sus gobiernos, que cayeron en la tentación de la corrupción y el descrédito. Ello ha derivado en fracasos recurrentes en países como Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú, Venezuela, Honduras y Nicaragua, donde la permanencia de este tipo de proyectos políticos ha sido efímera y coyuntural.

De ahí que la ultraderecha y los regímenes con tendencias fascistas estén regresando a gobernar y a consolidar su presencia en América. Si bien es cierto que la participación de los Estados Unidos de América en este proceso resulta indiscutible y determinante, no solo por las estrategias de desestabilización y descrédito que se generan al interior de estos países, sino también por el significativo apoyo económico y una política intervencionista que vulnera los principios de autodeterminación como política de Estado.

Así, veremos cada día un mayor crecimiento de la derecha en la conducción política de nuestro continente y una izquierda decadente, con un discurso recalcitrante, que seguramente requerirá de muchos años para recomponer su imagen. De ahí la necesidad de asumir nuevos modelos de política social que puedan constituirse como una alternativa viable para contener a una derecha extrema que podría dañar, una vez más, el crecimiento y fortalecimiento de una América progresista.

En ese contexto, el verdadero desafío para la izquierda latinoamericana no radica únicamente en recuperar el poder, sino en reconstruir su credibilidad moral, redefinir su proyecto político y reconectar con las demandas reales de la sociedad. Sin una autocrítica profunda, sin liderazgos éticos y sin una visión moderna de desarrollo, la izquierda seguirá cediendo terreno frente a proyectos autoritarios que, lejos de ofrecer soluciones de fondo, reproducen viejas fórmulas de exclusión y retroceso democrático.

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