Cubrebocas

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

Todos tenemos amigos que están seguros de que no puede ser vector para el Covid-19: todos pueden transmitirlo o infectarse menos ellos mismos; igualmente, cualquiera de los miembros de nuestra familia que apenas voló desde un país con altas tasas de dolencia respiratoria, insiste en que su cubrebocas y lavado de manos protegió a los … Leer más

Todos tenemos amigos que están seguros de que no puede ser vector para el Covid-19: todos pueden transmitirlo o infectarse menos ellos mismos; igualmente, cualquiera de los miembros de nuestra familia que apenas voló desde un país con altas tasas de dolencia respiratoria, insiste en que su cubrebocas y lavado de manos protegió a los que lo rodeaban en el avión y quienes saluda todos los días en su viaje de vacaciones.

Las personas a menudo son optimistas sobre los riesgos. En el campo de la percepción del riesgo, los médicos lo llamamos un “sesgo de optimismo”; las personas piensan que pueden controlar su propia exposición a enfermedades, que no necesitan vacunas porque no son susceptibles a la gripe, o que no transmiten su resfriado a otros.

Es imposible estar completamente seguro de los riesgos que enfrentará cada persona o cada comunidad que se contagie de Covid-19. Todavía no sabemos lo suficiente sobre la duración de su periodo de incubación, cómo se transmite la enfermedad o lo que hace que algunas personas sean más susceptibles que otras a ella ni de la razón por la que algunos se reinfectan cuando ya pasaron por un periodo probado de la enfermedad. Y hay una incertidumbre aún mayor sobre qué respuestas políticas son más apropiadas: ¿Perjudicó la decisión de China de poner en cuarentena ciudades enteras? ¿Es necesaria la decisión de Italia de multar con tarifas draconianas a las personas que son sorprendidas entrando o saliendo de las zonas en las que hay grandes brotes?

La incertidumbre es la raíz de muchas ansiedades sobre el virus. Las estimaciones actuales sugieren que la gripe estacional es una amenaza de menor grado para la salud pública que el Covid-19, pero nuestra incertidumbre sobre el coronavirus, aparentemente nuevo, misteriosamente contagioso y que se propaga rápidamente por todo el mundo se alimenta de cómo percibimos el riesgo. Si las personas están demasiado confiadas en los beneficios protectores de una acción particular, pueden terminar haciendo cosas peligrosas, o incluso contraproducentes.

La epidemia del ébola en África occidental de 2014 mostró cómo los prejuicios sociales pueden influir en su capacidad de las personas para mantenerse saludables. Algunos médicos, que querían ayudar a los enfermos lo más rápido posible, se apresuraron a auxiliar a los pacientes sin usar ropa protectora y contrajeron la enfermedad.

Muchos en Europa y Estados Unidos han comenzado a usar máscaras quirúrgicas para protegerse contra el coronavirus, y en algunos estados mexicanos se han recomendado como barrera indispensable. Según los expertos, el valor de las máscarillas quirúrgicas depende enteramente del contexto en el que se utilizan: una máscara quirúrgica no funcionará a menos que se use de manera consistente y adecuada. Si se usa incorrectamente, su utilidad se desploma rápidamente y por eso, la recomendación de su uso debe estar acompañada de la educación para su utilización. Tocamos nuestras caras, narices y ojos muchas veces al día, lo que dificulta evitar por completo el contacto con la infección. Aunque los cubrebocas pueden proporcionar la sensación de seguridad, son más valiosas en situaciones donde son necesarias, como entre los trabajadores de salud de primera línea.

Cuando no estamos seguros de algo, a menudo confiamos en nuestros sentimientos y experiencias. Las mascarillas quirúrgicas ofrecen la sensación de protección. Además, un clima de incertidumbre puede hacer florecer la desinformación. Esta es la razón por la que la transmisión de mensajes claros y de fuentes de confianza, así como la orientación sobre qué hacer y cómo hacerlo, es esencial durante una pandemia.

Nuestras percepciones de riesgo pueden hacernos ver las políticas severas como las restricciones para viajar y como precaución apropiada. Sin embargo, las respuestas drásticas tienen efectos devastadores: la economía de China ha sufrido gran impacto desde el coronavirus, afectando a los mercados globales. Las personas de ascendencia asiática están experimentando un estigma infundado y las medidas austeras, como las cuarentenas, pueden impedir el acceso a los suministros y recursos sanitarios en el momento oportuno. En lugar de prevenir el coronavirus, nuestra percepción del riesgo puede ayudar a que se propague.

*Médico




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