Crimen y Covid nos matan el mundo

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Para el escritor José Emilio Pacheco, o más bien su personaje Carlitos, la colonia Roma es un mundo antiguo que murió cuando desaparecieron Mariana y el hijo de ésta, Jim. “Vi la muerte por todas partes”, dice Carlitos cuando recorre las calles, después de salir de la lonchería donde Rosales le revela que murió la … Leer más

Para el escritor José Emilio Pacheco, o más bien su personaje Carlitos, la colonia Roma es un mundo antiguo que murió cuando desaparecieron Mariana y el hijo de ésta, Jim.

“Vi la muerte por todas partes”, dice Carlitos cuando recorre las calles, después de salir de la lonchería donde Rosales le revela que murió la joven señora de la que estaba enamorado. También nosotros, los Carlitos del siglo 21, vemos hoy la muerte por todas partes: moños negros en Facebook, novedades de un cerco de Covid que va estrechándose sobre quienes aún salimos a trabajar, noticias de amigos y conocidos que están o recluidos o intubados o en la funeraria, y secuestrados y ejecutados cotidianos.

“Se acabó esa ciudad, terminó aquel país”, escribió Pacheco en su novela más entrañable. Frecuentemente me siento igual en medio de esta gélida pinza que atenaza al estado de Zacatecas: la Covid y el crimen organizado que continúa sin dar tregua.

Cada día, cada noche, es lo mismo: cinco ejecutados, nueve, dos, uno de ellos menor de edad. Secuestradores que en Fresnillo persiguen a un adulto y al balear el vehículo traspasan el abdomen de un pequeñito. Sujetos que secuestran, asesinan y desechan a una niña en la colonia Gavilanes, entre Zacatecas y Guadalupe. Tipos que en Loreto u Ojocaliente secuestran a propietarios de tiendas y pequeños empresarios.

Crimen y Covid nos matan el mundo. La pandemia que para algunos iba a caer como “anillo al dedo” nos cae a otros como ataúd sobre nuestras espaldas, astillando columnas vertebrales. Nos enteramos de la muerte de un amigo, y la viuda no recibe pésames presenciales porque también está confinada. A los pocos días también ella fallece y alguno de sus hijos es ahora el confinado…

La pesadilla nos jode a todos. Mi hijo de seis años ya no tuvo la experiencia de su primer día entrando a la escuela primaria, conociendo a sus nuevos compañeros, saliendo a recreo entre niños de segundo, tercero, sexto grados. Ese mundo se le muere, se lo matan.

La formalidad y la estabilidad de nuestros centros laborales también fenece. La Covid nos ha mostrado quiénes de entre nosotros son los atenidos, mañosos, que buscan pretextos. Se ve quiénes toman la enfermedad como escudo para que todo se les excuse. Advertimos quiénes, al no tener la voluntad para cumplir con lo indispensable, menos están dispuestos a dar un poco más en estos tiempos difíciles.

El mundo en que crecimos, que deseábamos para nuestros hijos continúa muriendo. Nos lo matan crimen y Covid.




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