Corrupción y salud

En el mundo de los médicos se estila decir que vivimos en un momento extraordinario y clave en la historia de la salud pública. Cada día, los médicos hacemos ensayos sofisticados para probar nuevas drogas y disponemos de más tecnología para combatir enfermedades y mejorar vidas. Sin embargo, todos estos increíbles avances significarán poco si … Leer más

En el mundo de los médicos se estila decir que vivimos en un momento extraordinario y clave en la historia de la salud pública. Cada día, los médicos hacemos ensayos sofisticados para probar nuevas drogas y disponemos de más tecnología para combatir enfermedades y mejorar vidas. Sin embargo, todos estos increíbles avances significarán poco si no se ponen al alcance de todas las personas en el mundo. Hablamos de compromiso, liderazgo, planificación cuidadosa e implementación para hacer que las cosas funcionen en los sistemas de salud, pero no hablamos del principal desafío al que nos enfrentamos en el medio médico mundial: la corrupción.

Me refiero a la salud global en el contexto amplio, no a la búsqueda de inversionistas, organizaciones filantrópicas, fundaciones y países con altos ingresos en el papel de donantes de chorros de dinero para resolver los problemas de salud y subdesarrollo de los países y regiones atrasados económicamente. En el medio médico, cada vez más se manifiesta la urgente necesidad de investigadores y académicos de la comunidad científica para desarrollar y probar políticas para luchar contra la corrupción en la salud mundial. Esta es una tarea urgente.

Aunque no existe una sola definición acordada de corrupción, esta es claramente “el abuso del poder público para beneficio privado” y se presenta con diversos rostros, desde lo sutil hasta lo descarado. La corrupción se puede ver en todas las sociedades y el sector de la salud le es muy atractivo. Sin embargo, porque está determinada por factores organizacionales, el alcance de la corrupción, apreciable en cualquier actividad humana, incluida la salud, se relaciona con la sociedad en la que opera. En sociedades con menos adhesión al estado de derecho, menos transparencia y menos mecanismos de rendición de cuentas, los sistemas de salud son más corruptos.

Quienes vivimos hoy en México hemos pasado la vida entera rodeados de corrupción, escenario visto por muchos como el status quo, discurso que se utiliza para justificar lo injustificable. Todos los que estudiamos medicina en los últimos 30 años hemos visto la corrupción relacionada con la asignación de plazas, compra de suministros y medicamentos, fenómeno que se acentúa cuando crecen las necesidades sanitarias de una sociedad y los presupuestos destinados a los sistemas de salud. Con más dinero, hay más corrupción.

Por otra parte, los expertos mundiales en salud pública sostienen que la corrupción es siempre un obstáculo para el éxito o la implementación de un programa de salud, incluso si el mismo parece transitar con éxito. Está demostrado con métodos científicos que la corrupción es un factor sustancial que afecta los costos, la sostenibilidad y la eficacia de cualquier programa sanitario de cualquier país y pone en entredicho su independencia y su seguridad nacional.

Esta situación es la realidad actual. Ahora que tenemos más recursos financieros, técnicos y científicos que nunca para atender la salud universal, el mundo entero está reventando en prácticas corruptas y, sin embargo, los médicos no estamos enfrentando el problema. La corrupción es un secreto a voces conocido en todo el mundo, es sistémico y se extiende. Según Transparencia Internacional, más de dos tercios de los países se consideran corruptos y, aunque la percepción de la prevalencia de corrupción en el sector de la salud varía según los países, en general se ve muy negativamente.

La corrupción golpea a los pobres y vulnerables; y la corrupción en el sector de la salud es más peligrosa que en cualquier otro sector porque es literalmente mortal. La corrupción viola los derechos de las personas y las comunidades. Cuando la corrupción se relaciona con la salud, los individuos enfermos se ven profundamente afectados. Se estima que, cada año, la corrupción cobra la vida de al menos 140 mil niños, empeora la resistencia a los antimicrobianos y socava nuestros esfuerzos para controlar enfermedades epidémicas. La corrupción es una pandemia voluntariamente ignorada.




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