Cinco meses

José Luis Guardado Tiscareño.
José Luis Guardado Tiscareño.

Esta semana se cumplieron 5 meses desde que se presentó el primer caso confirmado de coronavirus en nuestro país, dos semanas después se decretó la emergencia sanitaria y una semana más tarde, prácticamente todo el país estaba recluido en sus hogares. La actividad económica, las escuelas y oficinas gubernamentales, las actividades sociales, deportivas y culturales … Leer más

Esta semana se cumplieron 5 meses desde que se presentó el primer caso confirmado de coronavirus en nuestro país, dos semanas después se decretó la emergencia sanitaria y una semana más tarde, prácticamente todo el país estaba recluido en sus hogares. La actividad económica, las escuelas y oficinas gubernamentales, las actividades sociales, deportivas y culturales se detuvieron drásticamente; en ese momento la idea era mantener el confinamiento, la sana distancia e implementar las medidas preventivas para que luego de un mes, aproximadamente, estuviéramos volviendo a la normalidad.

De manera personal había optado por no externar un juicio de valor sobre las estrategias y acciones aplicadas por el gobierno respecto a la pandemia por el Covid-19 que afecta a nuestro país y a todo el mundo. Era necesario mantener la confianza en las acciones gubernamentales y en las decisiones de las autoridades sanitarias, cuestionar o criticar esas decisiones, representaba minimizar los esfuerzos emprendidos y tal vez, hasta sonar un tanto fatalista.

Cinco meses después, cuando nuestro país se ubica en el sexto lugar a nivel mundial en contagios con más de 402 mil y en un alarmante cuarto lugar de muertes con casi 45 mil, cuando luego de más de 4 meses de confinamiento, nos llega a una sensación de que algo no funcionó como se había previsto. A pesar de los discursos oficialistas que se han generado diariamente, hoy simplemente empiezan a aparecer más preguntas que soluciones, más desconfianza que tranquilidad y más desinterés que prevención.

Mucho se empieza a decir sobre una pandemia que no es responsabilidad de gobierno o sociedad alguna; sin embargo, a estas alturas las consecuencias que han traído consigo han sido diferentes en cada país. Todo se puede resumir en tres aspectos fundamentales: primero sus condiciones preexistentes (calidad de vida, nivel económico, condiciones de salud, etc.), en segundo el nivel de estudios de su ciudadanía (educación, cultura de la prevención, confianza y empatía) y por último, la capacidad de su gobierno (políticas públicas, recursos financieros y estrategias implementadas).

Hoy la realidad nos alcanzó y dejó al desnudo un país en total decadencia, donde los altos niveles de obesidad, hipertensión y diabetes se han vuelto un detonante a un problema de salud como el actual; donde la situación económica es caracterizada por la informalidad y precariedad. Se espera que hoy el INEGI presente los indicadores económicos del segundo trimestre, que de manera objetiva, científica y clara darán cuenta del impacto económico y prácticamente de la crisis en la que nos encontramos.

Con lo anterior podemos entender que la sociedad mexicana deficiente en su nivel educativo, con una nula cultura de la empatía y la prevención, además de su precario nivel económico optó por reiniciar sus actividades no solo económicas, sino también sociales, motivando el colapso de nuestro sistema de salud.

Por último, hay mucho más que decir del papel de nuestro gobierno, pues ha demostrado su incapacidad y desprecio por temas tan fundamentales como lo supondría una emergencia sanitaria de tales dimensiones. Ojalá la polarización política que vive nuestro país no distorsione el mal manejo, así como las respuestas tardías y torpes que se han emprendido para atender tanto la crisis sanitaria como la económica.

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