Caravanas cuentacuentos entre la desigualdad

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Nuestros escenarios son tianguis, plazas y escuelas. Nuestro auditorio son niñas, niños y adolescentes. También papás y docentes.

Durante muchos siglos, las caravanas han recorrido diversos puntos del orbe. Sus objetivos fueron primero los migratorios, después los comerciales.

Mención especial merecen las caravanas de gitanos, que fueron llegando también a nuestras latitudes y entonces las bautizamos como caravanas de “húngaros”.

Algunas caravanas fueron de personas que huían de persecuciones o regímenes opresores. La tripulación del barco Mayflower, la que llegó a fundar el país Estados Unidos de Norteamérica, es un claro y gran ejemplo.

Con todo, son pocos los casos de las caravanas “misioneras”.

Emulando el proyecto de “misiones culturales”, que surgió como resabio del vasconcelismo que ayudó a transformar nuestras zonas rurales mexicanas, en noviembre de 2021 decidimos en Fresnillo fundar una caravana de bibliotecarias y bibliotecarios que acudimos a las comunidades más necesitadas para contar cuentos.

Nuestros escenarios son tianguis, plazas y escuelas. Nuestro auditorio son niñas, niños y adolescentes. También papás y docentes… y una que otra persona perdida que pueda encontrarse al escucharnos.

Es raro enfrentarnos a generaciones recientes que, ante la pregunta de qué cuentos quieren escuchar, nos contestan que cuentos de terror y asesinatos, de masacres y exterminio, de narcos y zombis.

A la hora de preguntarles qué canciones quieren que les cantemos con la guitarra, los chiquillos de nueve o trece años contestan que “corridos tumbados” o canciones de reguetón.

Estamos enfrentándonos a generaciones formadas más por las series de moda, los canales de streaming y videos musicales muy comerciales. Además, las redes sociales.

Las y los docentes rurales se ven rebasados por esa parte de la tecnología que avasalla donde se supone que hay más necesidades. Precisamente por eso insistimos con nuestros recorridos de caravanas cuentacuentos. Nuestros docentes no deben sentirse abandonados en un sistema educativo que parece insistir en su marcha a pesar de todas las desigualdades entre el ámbito rural y el urbano, entre la distinción muy clara de escuelas públicas que sobreviven con el mismo recurso que tienen que aportar de su salario los profesores, a veces más que los padres de familia, y por el otro lado las escuelas particulares con sus programas bilingües, sus libros especiales y sus programas a veces excéntricos.

Continuamos en un país con falta de equidad y muchas oportunidades para gente talentosa que debe abrirse camino sangrándose las canillas. Para ellos continúan nuestras caravanas cuentacuentos.

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