Camino a la inmortalidad

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

Desde el inicio del siglo pasado, la esperanza de vida de las personas no ha hecho más que aumentar. Mientras que apenas superaba los 45 años en 1900, ahora en el mundo occidental son 79 años para los hombres y unos 85 años para las mujeres. Muchos científicos argumentan, con hechos y argumentos, que esta … Leer más

Desde el inicio del siglo pasado, la esperanza de vida de las personas no ha hecho más que aumentar. Mientras que apenas superaba los 45 años en 1900, ahora en el mundo occidental son 79 años para los hombres y unos 85 años para las mujeres. Muchos científicos argumentan, con hechos y argumentos, que esta tendencia, con o sin pandemia, no se estabilizará ni revertirá en las próximas décadas.

Día con día, se están realizando enormes progresos, que propician al alargamiento de la juventud y una vida sana. El más notable lo logró en 2007 el equipo de Shinya Yamanaka, que logró demostrar que, contra todo pronóstico, era posible reprogramar para convertirse en células madre pluripotentes a las células de adultos ya diferenciados que, por lo tanto, habían perdido las cualidades restauradoras de las células embrionarias y de paso estableció que aquellos que afirman que la lucha por la longevidad no es ciencia, sino ciencia ficción, que es una fantasía para los multimillonarios estadounidenses, están absolutamente equivocados. La aplicación de estos descubrimientos en ratones ya está dando resultados sorprendentes ya que los que son tratados viven un 30% más que otros y, lo que es más, en mucho mejor forma.

Para comprender la naturaleza extraordinaria de los trabajos de Yamanaka, es necesario saber que las células madre desempeñan un papel central, no solo en el desarrollo de los organismos, sino también en el mantenimiento de su integridad. Estas son una especie de “células madre” de todas las otras células. Inicialmente, Yamanaka no quería luchar contra el envejecimiento, sino solo evitar los problemas éticos planteados por la congelación de embriones que se guardaban para sus células madre con el fin de hacer medicina restaurativa. Tras una extensa investigación, descubrió que bastaba con utilizar cuatro genes para llevar a cabo esta reprogramación de células diferenciadas (en este caso fibroblastos procedentes de la piel) en células madre pluripotentes “inducidas”, es decir, reprogramadas.

Sin entrar en detalles aquí, esta operación demostró algo aún inimaginable en ese momento: que era posible no solo retrasar el envejecimiento celular, sino también revertirlo: rejuvenecer las células, un descubrimiento que le valió a Yamanaka el Premio Nobel en 2012. El equipo de Jean-Marc Lemaitre, uno de los investigadores franceses más avanzados en este campo, aportará una novedad aún más fascinante en comparación con la investigación de Yamanaka: ha demostrado que esta reversión de los procesos de envejecimiento celular no solo es posible con células adultas diferenciadas, sino también, lo que Yamanaka creía imposible, con células de individuos centenarios. Milagro: ahora no solo podríamos suprimir estas malditas células senescentes, sino que también podríamos reprogramarlas en células madre inducidas utilizando y, ahora, evitando los posibles efectos perversos de la reprogramación, a partir de trabajos hechos en animales que se regeneran, como la salamandra, la hidra, y, lo que es aún más sorprendente, una pequeña medusa que mantiene en ella toda su vida sus células madre originales capaces de rehacer todos los tejidos dañados, lo que le permite repararse constantemente.

Lemaitre logró demostrar que esta reprogramación no solo es posible para las células de la piel, sino también para otras células, por ejemplo, las células sanguíneas, y las del tejido vascular de las personas muy mayores.

Detrás de estos trabajos no hay frivolidad sino amor a la vida y a los demás; Lemaitre tuvo la tristeza de perder a su padre a una edad temprana, factor por el que se interesó en la cuestión de la lucha contra el envejecimiento -y en cierto modo contra la muerte, incluso si, por supuesto, la inmortalidad seguirá siendo para nosotros una fantasía-. Como el mismo escribe, “estamos aquí en un punto de inflexión en nuestra historia y la curva de la esperanza de vida, que se ha alargado considerablemente a lo largo de los siglos, especialmente en el siglo XX, no se doblará en el futuro”. Ya es hora de interesarse por esta investigación, para pensar seriamente en las cuestiones políticas, pero también espirituales, que la biotecnología planteará a la humanidad en los próximos años.




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