Caldo de pollo para el alma de los jodidos

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Quienes hemos sido vistos por debajo del hombro de quienes detentan el poder nos aferramos a cualquier oportunidad, así sea la menor de todas.

Continúo reflexionándolo cuando un nuevo golpe viene a romper la poca estabilidad conseguida: ¿para cuáles realidades nos educan las realidades que más joden nuestra vida?

Es decir: si ya nos hundieron en el infierno más jodido que podremos ver, ¿qué peor panorama puede, entonces, asaltarnos?

Quizá en el más adverso de los escenarios ni siquiera la más asombrosa inteligencia puede crear una estrategia vencedora. Por eso he dicho, y hoy lo recalco, que de entre una sabiduría prodigiosa a una persistencia sin parangón, prefiero cien veces la persistencia.

Lo escribió el poeta Almafuerte: “Procede como Dios, que nunca llora / o como Lucifer, que nunca reza”. Y luego habló del robledal que, a pesar de requerir agua, “no la implora”.

Insisto: quienes nacimos en la desventaja, sin apellidos pomposos ni herencia asegurada, sin prosapia ni distinción en el entorno, quienes no nacimos en capital o metrópoli, sabemos lo fundamental que es saber morder con insistencia. Morder ―valga la sinestesia― “con garra”.

Quienes hemos sido vistos por debajo del hombro de quienes detentan el poder nos aferramos a cualquier oportunidad, así sea la menor de todas. Así no nos den lo mínimo indispensable para desarrollar dignamente el trabajo.

Quienes venimos desde la calle menos conocida, quienes chupamos el cañuto a todo, desarrollamos extraordinarias habilidades a la hora de llegar al tuétano de toda responsabilidad asignada.

Quienes desde nuestros primeros años logramos ver de reojo hermosas bibliotecas ajenas, admirar fortunas ajenas, desconcertarnos por facilidades ajenas… hemos tenido que escalar con el triple de dificultad respecto a quienes desde temprana edad se vieron favorecidos, aun sin talento, sin compromiso, sin mérito… o a quienes se arrastran sin renunciar a su vileza.

Sin ventajas iniciales, con las que tuvimos que labrarnos a fuerza de lastimarnos tanto, continuamos los del margen aunque ―incluso― el pago de hacer bien las cosas sea el castigo.

Si Dios crea, también los aparentemente condenados creamos. Y mucho. Si el diablo no duerme, tampoco lo hacemos nosotros. Los menos favorecidos, los de medio pelo, nos rebelamos a los destinos que otros dicen que tenemos impuestos, y terminamos por encontrar la maña.

Siempre el talento esforzado termina por abrirse el camino que merece, a pesar de esta realidad injusta. Y si no, los beneficios de la lucha quedan… aunque sea para las personas a las que se sirvió.

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