México: a tres años del Covid

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

En virtud de la naturaleza supuestamente excepcional de la situación, el fin comenzó a justificar los medios, las medidas nunca fueron acompañadas por un debate real sobre su proporcionalidad, y los juicios morales nunca se explicaron.

México, como la mayoría de los países occidentales, nunca hizo un balance de su manejo de la pandemia. En marzo de 2020, cuando el COVI19 se extendió, el gobierno dictó un confinamiento, según sentenciaron la incertidumbre y la urgencia. Pero desde entonces, nunca salimos de la lógica de la urgencia.

En virtud de la naturaleza supuestamente excepcional de la situación, el fin comenzó a justificar los medios, las medidas nunca fueron acompañadas por un debate real sobre su proporcionalidad, y los juicios morales nunca se explicaron.

Sin embargo, cualquier medida sanitaria, cualquier medida restrictiva, causaba ganadores (cuidadores, personas en riesgo, pacientes mejor atendidos) y perdedores (decenas de millones de mexicanos, especialmente niños y pobres): no había solución, solo laudos que debían debatirse, y que probablemente hemos debatido muy poco.

Además, dado que cada compensación es una forma de distribuir las cargas sobre la sociedad en su conjunto, los conceptos de egoísmo y altruismo, pero utilizados en una dirección durante la pandemia, dependían en gran medida del marco de referencia en el que uno se colocaba. Si pudiéramos considerar que el adolescente reacio a usar su máscara era egoísta, también podríamos considerar que el adulto que deseaba imponerla para reducir su propio riesgo de contaminación también lo era.

Y luego salimos de la pandemia y no miramos hacia atrás. Creo que es importante mirar hacia atrás en este período, primero porque se trata de nuestra relación con la libertad (no debemos trivializar las restricciones sufridas) y porque debemos aprender de ella: esta no es la última crisis sanitaria que tendremos que enfrentar.

¿Se ha gestionado bien la crisis del Covid en México? Para muchos mexicanos (y así parecen demostrarlo las cifras), la respuesta es no. Pero uno puede especular: a medida que esta idea se ha afianzado, los hechos han sido reinterpretados por todos a la luz de esta narrativa, lo que lleva a una subestimación del desempeño real del gobierno. Por el contrario, la idea de un éxito del gobierno habría llevado a una sobreestimación de su desempeño.

La misma lógica también se puede aplicar a cada subtema. La escuela, por ejemplo. Cuando juzgamos que México, debido a que mantuvo las escuelas cerradas en enero de 2021, generalmente ha generado peores resultados en esta área que el resto de los países de la OCDE (con razón en mi opinión), tenderemos a aplicar este juicio a todas las decisiones relacionadas con la escuela. Analizando un todo más que una adición de medidas, no criticaremos (y olvidaremos, la realidad se desvanecerá ante la visión general) los protocolos de salud draconianos en los hogares, la máscara impuesta sin base científica a partir de los 6 años, la política de exámenes repetidos en las industrias, la pretensión de una prohibición para que los clientes no vacunados pudieran acceder a tiendas, restaurantes y hoteles.

Lo mismo con el confinamiento. Dado que estaba justificada por principio (la nación no puede reducirse a un conglomerado de individuos con poca preocupación por el interés general), olvidaremos sus modalidades de aplicación. ¿Era necesario hacer que el primer confinamiento durara tanto? ¿Fueron proporcionados los siguientes confinamientos, dado el contexto? El confinamiento real desaparecerá de la memoria, solo quedará la idea de este, la historia de la loable solidaridad intergeneracional. Para el pasado sanitario, la historia de una restricción filosóficamente justificable (la libertad no es la de hacer demasiado daño) borró rápidamente la realidad de sus modalidades de aplicación. La naturaleza concreta del pasado ha sido reemplazada por el concepto del pasado.

Por otra parte, visto hacia atrás, a lo mejor nuestros líderes solamente respondieron a la demanda popular de protección bajo el criterio fundamental del cuidado de su popularidad. Y ¿cuántas medidas se han defendido sobre la base de que los mexicanos somos un pueblo irresponsable, que debe gobernarse con puño de hierro y que debemos coaccionar en lugar de razonar?

Debemos tener presente la tendencia humana a buscar un problema sobre el que aplicar una solución en lugar de una solución a un problema. Ahora, nuevas soluciones han entrado en la caja de herramientas: confinamiento, código QR para cada acto de la vida cotidiana, cierre de lugares sociales… A riesgo de que tengamos que buscar problemas (calentamiento global, desigualdades, etcétera) sobre los que aplicar estas herramientas.Hemos debilitado el valor de nuestras objeciones de principio al autoritarismo. Los intelectuales, que hace meses apoyaban fervientemente cada una de las medidas sanitarias, ahora están alarmados por el autoritarismo. Se alarman pensando en la subordinación de las libertades individuales al interés general, en nombre de una filosofía utilitaria. Me sorprende la ligereza con la que, durante la pandemia, algunos han aceptado sentar precedentes y cambiar profundamente nuestra relación con la libertad.




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