De males misteriosos

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

Cientos de mexicanos buscan en vano una explicación para su dolor, una parte de la ciencia está interesada en la relación entre la psicología y el dolor.

Un mal misterioso. Durante dieciséis años, Alicia, una mujer de aquí y de cuarenta y dos años, ha sufrido un dolor de estómago inexplicable. Los espasmos debajo de las costillas le impiden dormir. Se sometió a toda una batería de pruebas: tomografía computarizada, ultrasonido, resonancia magnética, videoendoscopía superior y del colon. Consultó a un neurólogo, un dietista, un naturópata, dos gastroenterólogos, a su médico general, al internista y tres acupunturistas, hizo sesiones de hipnosis e incluso vio magnetizadores y “especialistas” en diagnosticar a través del iris. En su desesperación, siguió una “dieta chamánica” aprendida a través de YouTube, donde tomó ayahuasca, una planta curativa amazónica. Pero nada ayuda. Su dolor persiste.

Como Alicia, cientos de mexicanos buscan en vano una explicación para su dolor. Este diagnóstico elusivo puede tener varias explicaciones: el paciente aún no ha caído en el practicante “correcto”, la medicina no es lo suficientemente avanzada como para comprender su patología … Tercera posibilidad, “el problema no es somático a primera vista”, pueden explicar quienes son expertos en psicología clínica y psicopatología de algún centro universitario. “El individuo está insatisfecho en su vida, puede tener relaciones conflictivas con los demás. La buena noticia es que puede resolver su problema, si es necesario estando acompañado”, descifran esos especialistas.

Spinoza, siguiendo a Descartes dice que cuerpo y mente son lo mismo. El filósofo François Roustang cree que la primera y fundacional inteligencia es la del cuerpo”. Y, de hecho, esta última nos habla. Expresa sufrimiento psicológico cuando no se verbaliza. La sabiduría popular lo había sentido hace mucho tiempo: ¿no decimos “tener la espalda pesada”, “hacer bilis” o “sentir la cabeza volada”? “Las emociones no son datos puramente psicológicos. Se sienten físicamente. Cuando siento alegría o enojo, por ejemplo, se traduce en el cuerpo”, explican los pacientes. Ante una situación percibida como peligrosa o decisiva, los latidos del corazón se aceleran. Si tienes que aprobar un examen o hacer una presentación frente a una audiencia, tu estómago se “anuda” o te dan ganas de ir al baño. “La esfera gastrointestinal está extremadamente inervada. Es un lugar privilegiado para la expresión de emociones”.

Una parte de la ciencia está interesada en la relación entre la psicología y el dolor: “La medicina psicosomática es un enfoque de la patología que tiene en cuenta los factores psíquicos y emocionales en su desencadenamiento, evolución y curación”, dice un texto del último congreso europeo de psiquiatría firmado por Philip Pongy, psiquiatra en Nimes. El doctor enumera enfermedades como “artritis reumatoide, colitis ulcerosa, diabetes juvenil tipo 2, úlcera péptica o hipertensión arterial esencial” cuyo inicio y brotes evolutivos resultan en parte (según su mismo texto) de “factores traumáticos existenciales que aniquilan las defensas psíquicas a favor de reacciones somáticas”.

¿Qué pasa con las patologías cotidianas? En caso de dolor difuso o fatiga crónica, el primer reflejo es consultar a un médico general que derivará al paciente al especialista adecuado. Y si el malestar se prolonga por meses o años y si los exámenes no muestran el origen y los medicamentos no funcionan, puede ser -puede ser…- que el cuerpo exprese al individuo la necesidad de hacer cambios en su vida. El apoyo de un psicólogo o terapeuta puede ser -puede ser…- útil.

¿Qué pasa con la medicina alternativa que pretende ayudar a descifrar los mensajes del cuerpo? “La hipnosis, la acupuntura y la meditación de atención plena han sido objeto de investigaciones científicas rigurosas con resultados diversos según la patología estudiada pero habitualmente poco alentadores; en algunas escuelas de medicina los médicos de pregrado siguen módulos obligatorios sobre estas prácticas. En cuanto a otras disciplinas, la precaución es indispensable. La kinesiología o el reiki, métodos terapéuticos que se supone que aumentan las habilidades de autocuración del cuerpo, nunca han demostrado ser efectivos y algunos practicantes de esas técnicas han sido señalados de derivas sectarias. La tentación de recurrir a técnicas alternativas es comprensible cuando el paciente no encuentra respuesta en la medicina tradicional. Pero debe tenerse mucho cuidado de no consultar a cualquiera.




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