Arte sin artista

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

La Inteligencia Artificial aprende de las obras humanas y por ello no es creativa.

La mayoría de los “verdaderos artistas” (me refiero a los artistas humanos) se consuelan invirtiendo la fórmula. Es más probable que hablen de artistas sin arte que de arte sin artista, ya que el objetivo de esta reclasificación en nuestra estructura mental (o emocional) es transmitir el mensaje de que las obras producidas por máquinas no tienen alma y no pueden competir con las de los humanos.

Luego tratamos de convencernos de que la Inteligencia Artificial aprende de las obras humanas y que por ello no es creativa. El problema es que los humanos hacemos exactamente lo mismo. No conozco a ningún escritor, compositor, pintor, que no haya empezado por estudiar las obras de sus predecesores, por lo que esta estrategia de tranquilización resulta inútil al final.

Para juzgar esto, sólo tenemos que considerar algunos ejemplos recientes de creatividad artificial. En abril de 2023, un fotógrafo alemán Boris Eldagsen ganó los Sony World Photography Awards, uno de los premios más prestigiosos del mundo con una hermosa imagen que representa a dos mujeres sosteniéndose de los hombros: es la imagen de la misma mujer a dos edades diferentes en la misma foto. El problema es que esta obra fue realizada íntegramente por un programa informático lo que llevó al mismo Eldagsen a rechazar el premio, ya que no era el verdadero autor de la obra. El pasado mes de junio, el mismo Paul McCartney confesó haber utilizado otro software para recrear la voz de John Lennon a partir de viejas grabaciones con el fin de completar una canción inédita que se lanzaría en los meses siguientes. Y, lo que entonces parecía el colmo, a fines de 2018 el mundo del arte pensó que se había caído de su silla cuando se enteró de que El retrato de Edmond de Belamy, de la autoría de Obvious, se había vendido por en Christie’s por casi medio millón de dólares. A veces, los precios de estos artefactos se desploman algún tiempo después, pero no siempre, y después de todo, lo mismo ocurre con las obras humanas, ya que el mercado del arte contemporáneo es en gran medida especulativo.

En lo que respecta al diseño de interiores, ChatGPT (evidentemente, no se usó Inteligencia artificial para elegir el nombrecito de esa cosa) ha sido aún más creativo: basta mirar los diseños que inventó bajo el título “Modernismo ateniense”, una decoración de apartamentos que, al tomar prestado tanto el estilo neoyorquino como los palacios griegos, “crea” algo tan seductor como original. Equipado desde finales de septiembre con habla y visión, ChatGPT se ha vuelto “más humano que un humano” en los ejercicios de comprensión de imágenes: se le preguntó qué tenía de gracioso una imagen del Papa rezando con aire inspirado, con los ojos cerrados, levantando, no un cáliz o una hostia, sino un ridículo salero de papel. Como cualquier ser humano, ChatGPT fue capaz de entender por sí solo que lo cómico se encontraba en la oposición entre el lado irrisorio del objeto profano y la profundidad de un recuerdo espiritual.

Más fascinante si cabe, se le pidió al mismo artilugio informático de nombre feo que imaginara el próximo libro de Stephen King. En diez segundos, la máquina inventó la historia de una sombra maligna que pondrá patas arriba la vida de los habitantes del tranquilo pueblo de Darkwood, develando el lado oscuro de su existencia y revelando secretos enterrados. El guión inventa el personaje de un joven periodista que intentará desentrañar el caso con todo detalle y, al leerlo, se nos revela la verdadera razón por qué los guionistas de Hollywood se declararon en huelga. No he mencionado los avances que esta máquina está haciendo en las ciencias, particularmente en la medicina, no encuentro otra palabra para describirlos que “asombrosos”, y está muy claro que también en este campo no dejará de avanzar.

¿Qué conclusión podemos sacar de esto? En primer lugar, es hora de intentar tranquilizarnos, burlándonos de los fallos de los primeros pasos de la Inteligencia Artificial. Era un bebé recién nacido y dentro de diez años nos reiremos menos porque nos superará en infinidad de ámbitos. Por lo tanto, es urgente idear formas de evitar que la humanidad se convierta en su primera víctima. En el mundo tendremos que revalorizar las profesiones que serán las menos impactadas, las que combinan la cabeza, el corazón y la mano. Por supuesto, habrá que regularla (urgentemente) pero la regulación no será suficiente. Tan pronto como sea posible, tendremos que organizar la complementariedad entre los humanos y la IA para que sea una ayuda para nosotros y no el instrumento de una muerte anunciada. Nuestros políticos deben comprender al fin que es simplemente vital para el futuro de la humanidad.




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