Amor, gloria, resurrección

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

“Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros” Juan 13,31-33. 34-35   ‘Si quieres que el mundo esté lleno de amor, ama’, comparte en la red una persona debidamente identificada. Tiene razón, pienso, constituyéndome en improvisado calificador de contenidos. De vez en cuando aparecen en las redes sociales hechos y … Leer más

“Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros”
Juan 13,31-33. 34-35

 

‘Si quieres que el mundo esté lleno de amor, ama’, comparte en la red una persona debidamente identificada. Tiene razón, pienso, constituyéndome en improvisado calificador de contenidos. De vez en cuando aparecen en las redes sociales hechos y frases motivacionales. Una de ella describe a la Madre Teresa de Calcuta dando consuelo a un cantautor que había perdido a su esposa e hija en un accidente aéreo: ‘ahora que has perdido a tus seres queridos tendrás más amor que dar’. Es muy cierto cuando se canaliza cristianamente el duelo.

El Evangelio del domingo pasado nos revela que Jesús Resucitado deja como testamento –dinamismo de la resurrección- el mandamiento del amor. Esto significa que quien cree en la resurrección del Señor queda implicado en el arte/tarea de amar. En el texto que escuchamos se repite cinco veces el anuncio de la “gloria/glorificación”. Juan presenta el amor fraterno como la mejor manera de manifestar la gloria de Dios. La presencia y el dinamismo del Resucitado está garantizado si se evidencia el amor de Dios en el “ámense unos a otros como yo los he amado”.

La decisiva importancia que tiene el “mandamiento nuevo’” en la vida del discípulo está fuera de duda. “Ámense los unos a los otros…” es poner en escena un nuevo tipo de relación entre los seres humanos. El Papa Francisco no pierde oportunidad para recordarnos la necesaria dimensión social del Evangelio y, por tanto, de la misión de la Iglesia. El Evangelio afecta, pues, la base misma de todo lo humano. Amar es la vocación fundamental de la persona. Todo lo demás en la vida depende de cómo vivimos en el amor. No existe mejor camino de humanización que el amor.

La gran novedad de este mandamiento es que la medida del amor es el amor que ha vivido Jesús: “Ámense como yo los he amado”. Él nos ha amado hasta el extremo, sin esperar nada. En cambio, los seres humanos no podemos amar sin desear/esperar reciprocidad; la estructura humana no soporta la idea de amar por amar. No se puede vivir al estilo de Jesús si nuestro amor no es gratuito. “…Y por este amor conocerán que son mis discípulos”. El cristiano está llamado a amar todos los días, en cualquier circunstancia, al estilo de Jesús. El amor efectivo al prójimo es la prueba decisiva de la fe cristiana.

Testimoniar el amor al estilo de Jesús en una sociedad marcadamente egoísta es el gran desafío. El Evangelio cuestiona y desenmascara el egoísmo que nos tienta a cada rato. Demanda incansablemente un amor distinto, generoso, audaz, lúcido, gratuito. ¿Por qué ha impactado a creyentes y no creyentes el estilo de vida de santa Teresa de Calcuta? Porque amó sin esperar nada a cambio. Amó por amor a Dios. El amor es el único lenguaje/idioma que puede comprender todo mundo. El amor del discípulo hace visible el dinamismo del Resucitado para seguir transformando el mundo. Recordemos que todo gesto es importante en el terreno del amor.

Los bendigo con el amor del Resucitado.




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