
Quizá pocos saben que estas delicias son elaboradas con harina de fécula de maíz
ZACATECAS.- Es momento de que se nos haga agua la boca al hablar de unas delicias que tienen un sabor envinado y una consistencia suave que se deshace en el paladar. Sí, ya supo, esos meros, los borrachitos.
Esas cosas rectangulares y espolvoreadas con azúcar son uno de los muchos dulces típicos preferidos por los mexicanos, tanto así que es una marca registrada ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, ¡ah, pirruus!
Los borrachitos nacieron en los conventos durante la época colonial, o sea hace un chingo de años, en este tiempo las monjitas se aventaban la elaboración de estas delicias.
Aunque no está bien claro su origen, se sabe que los borrachitos comenzaron a fabricarse en el convento de Santa Rosa en el estado de Puebla.
Lo anterior, porque las monjitas les agradecía a la rasita que les daba una lanita pal’ convento y una forma de decir que estuvo chido que lo hicieran era darles borrachitos.
Con el paso del tiempo estos dulces pasaron de ser simples detalles que endulzaban hasta los paladares más exigentes a consolidarse como una golosina con la que se podía ganar una feria.
Es así que hubo quien se pusiera las pilas y hacía borrachitos para venderlos en grandes cantidades, es decir, surgieron las fábricas de este dulce, que a muchos encanta.
Quizá pocos saben que estas delicias son elaboradas con harina de fécula de maíz convertida en pequeños bizcochos bañados en almíbar y licor, principalmente ron o tequila.
Todo lo anterior se traduce en que los borrachitos tienen una textura suave y al final de su elaboración les ponen azúcar; aunque hay personas que les gusta que se hagan duritos y comerlos así.
El relleno cremoso que, principalmente lo hay en sabores como piña, fresa, rompope, naranja y limón, se debe a que contiene grenetina, que a su vez se obtiene cuando hervimos la piel, los tendones y los ligamentos de vacas o cerdos.
Los borrachitos continúan en las tienditas de la esquina, porque son de esos dulces que no pasan de moda, ya que los abuelitos siempre los andan compartiendo con la chaviza.
Lo anterior, porque hay quienes tienen la costumbre de ofrecerlos después de una comida; aunque pueden ser un lindo detalle para cualquier ocasión.