Tiempo de luchar, no de estatuas

José Luis Medina Lizalde.
José Luis Medina Lizalde.

Inicia el año político con el derribo de una escultura del Presidente López Obrador el espacio en Atlacomulco, estado de México, espació simbólico del priismo histórico y lugar de nacimiento de Enrique Peña Nieto. Apenas dos días antes, la estatua habría sido colocada por el presidente municipal saliente, quien declaró que lo financió de su … Leer más

Inicia el año político con el derribo de una escultura del Presidente López Obrador el espacio en Atlacomulco, estado de México, espació simbólico del priismo histórico y lugar de nacimiento de Enrique Peña Nieto. Apenas dos días antes, la estatua habría sido colocada por el presidente municipal saliente, quien declaró que lo financió de su propio bolsillo y que lo hacía por “romper paradigmas”, desafiando con su acción la pública oposición de López Obrador a cualquier signo de culto a su persona, lo que no ha evitado iniciativas para poner su nombre a vialidades y colonias en algunas partes. En cuanto trascendió el hecho se conocieron voces reprobatorias procedentes de los propios partidarios del Presidente y desde luego, de los sectores opositores. El primer día del año, la estatua aludida fue encontrada en el suelo con la cabeza separada del tronco víctima de una operación anónima al amparo de la noche, en modo semejante al que nos privó, hace pocos años, del Busto de Benito Juárez en el jardín del mismo nombre en el centro histórico de la ciudad de Zacatecas, acciones de vandalismo que contrastan con el derribamiento de estatuas a la luz del día como las de José Stalin en Europa del Este, Sadam Hussein en Irak y Vicente Fox en Boca Del Río y Cristóbal Colón en Chiapas, en acciones con un mensaje político contundente.

No creo, como algunos expresan que el señor Roberto Téllez formara parte de un plan de provocación propagandística para dañar la imagen del Presidente porque eso significaría una enorme subestimación de la inteligencia colectica de los mexicanos, me inclino a pensar que el político que no logró la relección obedeció el impulso de “quedar bien”, algo que forma parte de la cultura en la que se desenvuelven los políticos mexicanos que normaliza la indignidad.

No debemos olvidar nuestra historia que describe cuando, con motivo de cada informe del ejecutivo en los tres niveles de gobierno, durante muchas décadas, se hacían enormes filas para el ritual de “besamanos” dónde con más hipocresía que autenticidad se felicitaba el gobernante por “la labor realizada”.

La adulación ha ocasionado grandes estragos a los mexicanos cuando encuentra receptividad en su destinatario porque por esa vía obtienen responsabilidades públicas incapaces, negligentes, deshonestos. El asombro que suscitan las designaciones cada vez que la ineptitud se apodera de gobiernos da para muchas crónicas. Las sociedades modernas promueven la profesionalización de sus cuerpos de servidores públicos mediante leyes que establezcan criterios de aptitud y rectitud moral en los cuales no caben amiguismos, compadrazgo.

Factor de atraso

El servicio profesional de carrera, en la medida en que no es letra muerta es el remedio preventivo más eficaz para contar con administraciones públicas eficaces y moralmente solventes.

El adulador es un partidario “patito”, nunca acompaña al destinatario de sus lisonjas en las causas que promueve, en eso se distingue del auténtico seguidor de una causa, de un proyecto colectivo que asume su solidaridad activa respaldando una acción, una propuesta, asumiendo la reivindicación de quién la encarna y debatiendo con los adversarios de su ideal y nunca presenta facturas por su “apoyo”, de esos auténticos correligionarios se generó el vigor histórico para que México se sacudiera el yugo de la Corona española, venciera a Maximiliano y derrocara el orden injusto del Porfiriato, los verdaderos mexicanos identificados con un líder le dieron la fuerza a Lázaro Cárdenas para repartir la tierra, recuperar el Petróleo y sentar las bases del desarrollo nacional, derramaron sangre en 1968, lucharon por hacer viable el camino electoral en 1988 y respaldan activamente la Cuarta transformación” que lidera López Obrador.

El culto a la personalidad es nocivo porque falsifica la historia al narrarla como obra de un individuo y no como fruto de las fuerzas sociales en movimiento, se induce a la gente a despreciar su potencial de aportación a la victoria, a que no valore la importancia de luchar “como se pueda y hasta dónde se pueda” porque está convencido de que es tarea de seres especiales.

Luche ahora y honre después

La salud cívica aconseja dejar para el porvenir el balance.

Pancho Villa entró a “chaleco” al memorial cívico de nuestro pueblo porque durante muchos años fue tratado como emblema de la facción incómoda de los revolucionarios triunfantes, el estado mexicano tiene en su santoral cívico a muchos que en vida persiguió, ese es el mundo de los cambios reales.

La agenda nacional tiene prioritarias batallas cívicas como la reforma eléctrica, la lucha contra los poderosos intereses que se aferran a la impunidad, la democracia directa, una reforma electoral que ponga orden en órganos electorales y partidos
Confundir el servilismo con el apoyo es dejar al buey en la barranca.

[email protected] | @luismedinalizalde




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