
José Luis Medina Lizalde.
El modus operandi del tribunal mediático siempre es el mismo, la versión oficial es la única que dispone de amplios espacios en prensa escrita, radio y televisión.
¿Qué lecciones nos deja el montaje mediante el cual se transmitió una operación policial escenificada como si estuviera sucediendo de verdad? Lo que hizo Loret de Mola no pudo ser de su iniciativa, fue el entonces director de la Agencia Federal de Investigación Genaro García Luna el que seguramente se comunicó para pactar la cobertura, ambos lucirían en sus respectivos oficios .
Laura Barranco, su coordinadora de información, le advirtió que era un montaje en el mismo momento de la transmisión, pero la desoyó.
July García, reportera de Denisse Maerker, al ver la narración televisiva sospechó que algo no encajaba aquella mañana del 9 de diciembre de 2005 en que la audiencia del informativo se estremecía ante las imágenes de una joven francesa y un mexicano capturados en una casa de seguridad dónde tenían tres personas secuestradas.
July intuyó el montaje y dos meses y días después el programa “Punto de Partida”, de Denisse Maerker, publicó el reportaje que forzó a Loret de Mola a reconocerlo, haciendo un control de daños que consistió en el despido del reportero del montaje Pablo Reinah.
Este caso, como el de la siniestra trama de la señora Miranda de Wallace, muestra cómo se complementan las zonas podridas del poder judicial y del periodismo.
El modus operandi del tribunal mediático siempre es el mismo, la versión oficial es la única que dispone de amplios espacios en prensa escrita, radio y televisión, el relato arrancado mediante torturas a víctimas y sobornos a testigos se repite una y otra vez, lo que dicen los acusados en su defensa no se difunde más que en forma esporádica y aislada.
Los familiares de Israel Vallarta, como los de las víctimas de Isabel Miranda de Wallace, intentaron dar a conocer su versión de los hechos sin encontrar eco.
Arturo Durazo fue un jefe policíaco que construyó su temporal, pero temible poder gracias a la prensa que lo endiosó como héroe ante la delincuencia.
Malcom X advertía sobre el riesgo de que nos hagan creer que los malos son los buenos y viceversa.
La única defensa es el pensamiento crítico.
El tribunal mediático inculca el hábito de sentenciar sin necesidad de pruebas, alguien es acusado de algo e inmediatamente la acusación, sea falsa o verdadera, encuentra eco.
Cuando Florence Casséz fue puesta en libertad a poco más de siete años de permanecer en prisión muchos mexicanos se enojaron. Habían sido “trabajados” por el tribunal mediático para que dieran por hecho que la francesa era una secuestradora protegida por su gobierno.
Parte del engranaje de persuasión pública lo constituyen las “asociaciones civiles” que como la formada por la señora Wallace establecen vínculos mutuamente provechosos con fiscalías, ministerios públicos y jefes policiacos a los que les venden diagnósticos, propuestas de políticas públicas, capacitaciones y asesorías, sobre todo, legitimaciones a pedido.
Para este tipo de periodismo no se trata de estar al acecho de evidencias, de seguir la secuencia procesal evaluando desde el debido proceso cada paso del juez del caso, de explorar líneas de investigación, de evaluar la confiabilidad de los testigos, sus contradicciones, sus lagunas, mucho menos de registrar las torturas para que declaren al gusto del interrogador.
Reiteran una y otra vez que los acusados son culpables, a contracorriente del periodismo respetable que contradice con pruebas y da voz a la otra parte.
A estas alturas nadie se inquieta por los motivos por los que no se atendió la línea de investigación del papel en esta historia del poderoso empresario Eduardo Margolis, proveedor de vehículos blindados, asesor en seguridad y con pleito casado con su ex socio y hermano de la joven francesa.
Sin controles eficaces los jefes policíacos crean células dedicadas a los delitos más lucrativos del momento a sabiendas de que desde la policía es fácil echarle la culpa a otros, Arturo Durazo no fue el primero ni el último que lo hizo, García Luna tampoco.
Procuran no tener sin control a elementos claves del periodismo, José Antonio Zorrilla entendía que como Director Federal de Seguridad necesitaba que Manuel Buendía no hurgara en sus asuntos, la mejor forma de lograrlo fue asesinarlo.
A mediados de los setenta del siglo pasado fue ejecutado un joven marino de 22 años, declarado culpable por el tribunal mediático que enardeció al pueblo al dar por hecho que había ultrajado y asesinado a una niña de ocho años, el verdadero culpable se suicidó días después de la ejecución dejando póstuma confesión.
Hay operarios de la justicia que traicionan su misión y hay en el periodismo quienes hacen lo mismo.
El periodismo honesto no juzga, explica, no condena, valora pruebas, aventura hipótesis.
Es humilde búsqueda de verdades.
Nos encontramos el jueves en Recreo