Los colgados de la brocha

José Luis Medina Lizalde.
José Luis Medina Lizalde.

Siempre ha sido y siempre será, cuando en una sociedad se agota un régimen se abre un lapso de reacomodos y desacomodos: en México lo vivimos con intensidad una vez más, la inminente llegada de Lozoya Austin para ser juzgado; la respuesta del Gobierno de los Estados Unidos (el lunes 6 de julio del presente) … Leer más

Siempre ha sido y siempre será, cuando en una sociedad se agota un régimen se abre un lapso de reacomodos y desacomodos: en México lo vivimos con intensidad una vez más, la inminente llegada de Lozoya Austin para ser juzgado; la respuesta del Gobierno de los Estados Unidos (el lunes 6 de julio del presente) sobre la introducción ilegal de armas en la operación “Rápido y Furioso” y el derrumbe de la mentira histórica sobre los desaparecidos de Ayotzinapa incrementa la legión de los “colgados de la brocha” por su incapacidad de ver a tiempo que el electorado mexicano daría un vuelco espectacular para apoyar al presidente más cabalmente comprometido a erradicar la corrupción pública en México.

Un grupo de colgados de la brocha lo conforman los profesionales del análisis mediático que no vieron el ciclón electoral desde su cómoda distancia con los hechos, tal cómo le sucedió a la prensa porfirista, a la de la Unión Soviética y países de Europa del Este, que se derrumbaron junto con el régimen del que fueron voceros, víctimas de no distinguir entre percepción mediática y realidad en curso, a los que la opinión publicada que ellos mismos construían les impidió conocer la opinión pública que anticipaba el cambio de rumbo mediante el voto.

Carlos Salinas de Gortari promovió que los medios de comunicación sometidos al poder abrieran sus espacios a intelectuales y académicos con prestigio crítico de manera gradual y controlada por si alguno no entendía que “hay límites”. Televisa cedió espacios en noticieros estelares a críticos de calidad excepcional y moralmente incorruptibles como Carlos Montemayor, Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska.

El culto a la pluralidad de opiniones se extiende a los demás medios de comunicación de la Ciudad de México y en los estados se imita la apertura. La astucia salinista se anotó un éxito rotundo al propiciar la remuneración de los opinantes, sin que los mismos tuvieran que abandonar sus actividades previas en la academia y en espacios “ciudadanizados”, pero muy bien pagados que empezaron a proliferar bajo sus auspicios, algunos de ellos emprendieron proyectos editoriales alternos que les multiplican sus ingresos.

Se propició el surgimiento de una “casta divina” de opinantes por un contenido semanal empezaron a ganar muchas veces más que el periodista de talacha.

Un privilegio añadido es la evasión de impuestos que con toda naturalidad se ponía al alcance del que “tiene nombre”, Salinas los sedujo y legó a sus sucesores una generación de opinantes sabedores de que “hay límites” en su labor de análisis y que maromearon bien y bonito para preservar el rentable “prestigio de crítico” con silencios, minimizaciones, exageraciones y demás formas de simular periodismo “independiente”. Esta generación fue incapaz de escuchar los pitidos de la locomotora que los arrollaría con votos y ahora siguen sin entender.

El que se enoja pierde

¿Por qué se muestran tan emocionalmente alterados conductores como Pepe Cárdenas y otros? comparten adversidad con opinantes de abolengo seducidos por el Salinismo cuando los altos ingresos del periodismo mercantil están mermados.

Los dueños de los medios de comunicación también quedaron colgados de la brocha si son de los que se acostumbraron a embolsarse impuestos y cuotas del IMSS e Infonavit descontables de la nómina, si son de los que se durmieron en los laureles y sus ingresos más cuantiosos provenían de los fondos públicos y no de anunciantes del sector privado que tienen la fea costumbre de basar contratos de publicidad basándose en la certificación de tamaño del público de los medios.

Quedaron colgados de la brocha los profesionales del análisis mediático que no imaginaron el fin de la evasión de impuestos tolerada, de las facturas falsas, de la compra de opiniones, del monopolio informativo, son los propios empresarios de los medios de comunicación los que retiran la escalera del colgado de la brocha para no perder la escalera propia, las grandes televisoras, las cadenas radiofónicas, los impresos y los formatos periodísticos digitales tienen que ganar anunciantes mostrando el tamaño de su penetración.

Estrellas que se apagan

Entramos a la etapa democrática en la que el éxito mercantil de la comunicación se basa en la credibilidad que atrae público.

En estados como Zacatecas muchos no están poniendo sus barbas a remojar, el raquítico mercado de anunciantes los hace depender de los “convenios de publicidad” con gobernantes que gastan al viejo e insostenible estilo, pero eso no es eterno.

Jacobo Zabludovsky fue estrella sometida a la consigna que en la etapa final de su existencia se reinventó ejerciendo el periodismo con profesionalismo y sin emociones fuera de control .

El chayoterismo vive sus últimos momentos, seguirán colgados de la brocha los que no se reinventen profesionalmente.
Viviremos para verlo.

Luis Medina Lizalde | [email protected]




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