

José Luis Medina Lizalde.
El presidente de Uruapan fue carismático líder de un movimiento que lo pudo haber conducido a gobernar Michoacán en el siguiente período.
Son varias las enseñanzas que se desprenden de la vida y muerte del presidente municipal Carlos Manzo, vilmente asesinado conviviendo con su pueblo el primero de noviembre próximo pasado.
Lo primero que debemos discernir, es que el crimen que provocó la indignación que exige la pronta aclaración y el correspondiente castigo a los criminales, inmediatamente atrajo a inescrupulosos personajes para los cuales la investigación del suceso es irrelevante, lo importante es que la gente le eche la culpa a Claudia Sheinbaum y todo lo que representa.
Salinas Pliego, Alito Moreno y Lilly Téllez son los exponentes visibles de intereses económicos y políticos dominantes durante el prianismo, que con más espectacularidad acusan a la presidenta de México y su partido de ser culpables del abominable crimen.
Impresiona el grado de descomposición moral y alteración emocional de los que, frustrados por la insuficiente respuesta a sus llamados a linchar a sus adversarios, sugieren que el indignante acoso sexual padecido por nuestra presidenta al caminar de Palacio Nacional a la Secretaría de Educación, es una treta para que pierda atención pública la campaña que emprendieron lucrando con la sangre derramada por el edil michoacano. Más enfermizos no se puede.
Al demandar la renuncia de la presidenta por el cruel asesinato escupen al cielo los voceros del viejo régimen que padeció asesinatos de un Cardenal, un candidato presidencial, un diputado líder de la bancada mayoritaria, las muertes no esclarecidas de un secretario federal de seguridad Pública y dos secretarios de gobernación, y que el número de presidentes municipales ejecutados es superior al de sus odiados enemigos (Calderón 31, Peña Nieto 37, contra 18 con López Obrador).
Los que culpan a partidos de los sucesos criminales ofenden la inteligencia al omitir considerar que hay víctimas y victimarios del crimen organizado de todos los institutos políticos, de todas las profesiones y oficios y de todos los credos religiosos presentes en la vida nacional.
Lo más aborrecible de los necro políticos es que se suman a la guerra de presiones emprendida por Estados Unidos bajo el pretexto del narcotráfico, aunque para su mala suerte de ellos y buena para nuestro país, las elecciones de este martes indican que el electorado gringo se está quitando la venda de los ojos.
El presidente de Uruapan fue carismático líder de un movimiento que lo pudo haber conducido a gobernar Michoacán en el siguiente período, quizás allí radique la explicación de su búsqueda de protagonismo mediático, mismo que hoy se consigue fácilmente con un discurso político sobre el crimen organizado dirigido contra Claudia Sheinbaum, quien lo hace tiene garantizados los espacios de Ciro Gómez Leyva, Loret de Mola, Azucena Uresti, Carmen Aristegui y las plumas de García Soto, Héctor de Mauleon y casi todas las de Reforma, El Universal y el Financiero, para decir los menos.
El riesgo es cuando las bandas criminales ven amenazado su control social territorial basado en el miedo que logran infundir a la población, eso es precisamente lo que hizo de Carlos Manzo una amenaza a eliminar, fue el valiente que contagia su valor.
Los medios lo alentaron por incómodo al gobierno blanco de sus odios, sin tomar en cuenta que incomodaba aún más a las bandas armadas asentadas en su municipio cuya actividad requiere de “privacidad”, no de publicidad.
Manzo merece el reconocimiento de los mexicanos por promover el valor civil en el campo dónde muchos propagan el pánico en beneficio de los criminales, ojalá que la clase gobernante en los aproximados 2500 municipios de la república honre su legado y cambie su actitud de voltearse para otro lado cuando no es de sacarle provecho a la presencia criminal.
Lo que no es acertado es asumir la lucha como esfuerzo individual y no como parte de una fuerza de estado articulada, con funciones diferenciadas y jerarquías establecidas.
Los gobernantes municipales son indispensables en toda estrategia contra la delincuencia común y organizada pero requieren líder que guíe, aliente y arrope.
Tal papel le corresponde al gobernador de cada entidad ¿Hay política de seguridad compartida entre presidentes municipales y gobernador en Michoacán más allá de rutinas burocráticas? A lo mejor sí y Manzo fue víctima de su temeridad individualista o a lo mejor no tuvo con quien hacer equipo más allá de su municipio.
Lo que sí sabemos es que cuando el distinto origen partidista se convierte en barrera, los pueblos pierden, Claudia Sheinbaum cuenta con el respaldo de la totalidad de los gobernadores por su sentido institucional ¿Los gobernadores pueden decir lo mismo?
La estrategia está dando resultados, lo que sigue es fortalecer la fuerza del estado en el nivel municipal como primer respondiente.
Nos encontramos el lunes en Recreo