
José Luis Medina Lizalde.
Un mal entendido que es menester aclarar es el que sostiene que las minorías ideológicas serán excluidas.
¿La reforma electoral en ciernes tiene el propósito de permitir la reelección presidencial ya sea para Claudia Sheinbaum o para Andrés Manuel López Obrador, como lo afirma Beatriz Pagés en conversación con Atypical, de Carlos Alazraki? Semejante barbaridad no necesita aclaración, Claudia Sheinbaum impulsó con éxito la cancelación de la reelección consecutiva de legisladores, síndicos, regidores y presidentes municipales a partir del 2030, pero la burda afirmación sirve para que los mexicanos nos demos una idea del nivel argumental que caracteriza a la oposición con más foro hoy por hoy.
No es porque en verdad lo crean sino porque menosprecian la inteligencia de los mexicanos a los que aspiran convencer, sin embargo, el intercambio honesto de argumentos en torno al cambio más acabado del sistema electoral que se busca con la reforma, genera la ciudadanía informada que toda democracia de verdad construye como sostén, en esa dirección, vale la pena empezar por atajar malos entendidos, algunos sembrados con evidente mala fe y otros producto de la desinformación.
Un mal entendido que es menester aclarar es el que sostiene que las minorías ideológicas serán excluidas de los órganos de representación emanados de las urnas con la cancelación del esquema de plurinominales con la que hoy se integran legislaturas y cabildos, lo que es un temor infundado si entendemos que ya desapareció el contexto que generó la modalidad de plurinominales no emanados del voto ciudadano.
El partido que se mantuvo en el poder desde que nació en 1929 como PNR perdió por primera vez la presidencia de la república hasta el año 2000, que habiendo cambiado de nombre dos veces anteriores hasta adoptar el del PRI, impuso el récord mundial de permanencia en el poder en el Siglo XX con tal predominio, que los mexicanos vivimos épocas en la que no se localizaba ni un solo humilde regidor de un humilde municipio que no perteneciera al partido tricolor.
Hoy el voto es de quien lo trabaja.
Los diputados de partido aparecen en los años sesenta como concesión del partido único, siendo el antecedente más remoto de lo que hoy tenemos como representación plurinominal.
El cambio que inicia el ciclo de reformas electorales encaminadas a incluir a los de pensamiento distinto durante el mandato de López Portillo significó una incipiente democratización electoral que permitió el tránsito de partido único a partido casi único, época que concluye con el sonado fraude electoral mediante el cual se impuso a Carlos Salinas de Gortari para iniciar el co-gobierno PRI PAN de 30 años de duración.
Salinas de Gortari facilitó el protagonismo de élites políticas dotando de reflectores al Grupo San Ángel, propiciando la consagración de una visión clase-mediera que en tiempos de Zedillo aparta, en los hechos, a los partidos de las demandas económicas y sociales de amplios sectores, culminando la domesticación con el otorgamiento de jugosos subsidios que se convierten, como era previsible, en manzana de la discordia al interior de cada instituto político.
Desde que llega el generoso dinero público a los partidos se disuelve el vínculo del militante con su instituto forjado a partir de su aportación económica, las cuotas estatutarias no se hacen valer, sobre dinero para mantener oficinas, y disponer de empleados para todo lo operativo y el líder o grupo que se hace del control de las prerrogativas tiene las condiciones para imponerse a la hora de designar candidatos, siendo particularmente fácil el referido a las listas plurinominales.
La degeneración partidaria inoculada por la vía del dinero a los partidos le asegura la permanencia en el mando a los grupos dirigentes que tienen en los cargos plurinominales el efecto de su control y al mismo tiempo el factor que les permite perpetuarlo.
El sistema plurinominal nace en Alemania para que en los cargos de representación participen los saberes especializados que se combinen con los que tienen proyección ciudadana.
En nuestro país eso degeneró al grado de que las listas lucen saturadas de parientes, cómplices e incondicionales, con destacadas excepciones.
La idea que flota en el ambiente es la reducción de los órganos colegiados emanados del voto popular empezando por la reducción de 200 diputados federales para que la cifra queda en 300 y que no exista cargo sin voto ciudadano de por medio, tal reducción anticipa una resistencia de intereses creados en camarillas partidistas que buscarán preservar como botín la dimensión actual de cabildos y legislaturas, pero lo que debe prevalecer es el interés general, no el de las camarillas.
Reformar el sistema electoral es conquistar el acuerdo sobre cómo tratar los desacuerdos sin alterar la convivencia entre los que piensan diferente, distinguiendo lo razonable de lo absurdo.
Nos encontramos el lunes en Recreo
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