Aprendan, fiscales, aprendan

José Luis Medina Lizalde.
José Luis Medina Lizalde.

El estado de derecho nunca será de verdad mientras se permita impunidad a algunos de los que siguen su marcha.

Escribo antes de que se celebre la sesión extraordinaria en la cual los diputados locales votarán la ratificación de Ernestina Godoy para otro período como fiscal de la Ciudad de México, el desenlace es incierto porque en su desempeño afectó intereses de un clan político empresarial mediáticamente motejado como “cártel inmobiliario”. El desenlace es incierto pero su caso sirve para elevar la comprensión de lo duro de la batalla contra la corrupción que se libra en nuestro país.

El caso trascendió a la opinión pública gracias al quehacer periodístico de Fátima Monterrosa, del equipo de Denise Maerker en Televisa, quedando al descubierto un cúmulo de corruptelas de altos funcionarios públicos delegacionales coludidos con empresarios del ramo inmobiliario.

Lamentablemente las ciudades mexicanas, particularmente desde que Salinas de Gortari cambió las leyes agrarias para entregar superficies ejidales a la especulación inmobiliaria, la industria de la construcción han sido botín de políticos y empresarios, situación que no ha tenido la contención esperada en la abigarrada y costosa burocracia creada para tal efecto.

Las omisiones de contralorías, órganos de control interno, órganos auditores y comisiones legislativas con atribuciones en la materia, tienen en la procuración de justicia un aliado estratégico.

La conversión en fiscalías para reforzar el carácter autónomo de las procuradurías no ha dado los frutos esperados en el combate a la delincuencia común y organizada y mucho menos en el combate a la corrupción de las élites políticas y económicas.

El estado de derecho nunca será de verdad mientras se permita impunidad a algunos de los que siguen su marcha, aunque el semáforo esté en rojo, mientras a otros se les aplica el rigor del reglamento, realidad no imputable del todo al agente vial que conoce el peso de los influyentes que con una llamada al superior jerárquico del oficial es suficiente para que su autoridad sea menoscabada, sino es que hasta su trabajo pierde.

Pues así están no pocos de los fiscales del país, como intimidados agentes viales que no infraccionan influyentes ni por equivocación.

La temida embestida

La procuración de justicia es una de las funciones de estado más fallidas a lo largo de la historia porque la autonomía que la ley les otorga no los blinda ante los poderes fácticos, en todo caso los fortalece ante el ejecutivo y eso no en todos los casos.

La canallesca campaña contra Ernestina Godoy permite que nos asomemos al contexto en que se desenvuelven los que en forma honesta y decidida se atreven a proceder contra los poderosos cuando violan la ley.

Al no contar con la complicidad del gobierno de la Ciudad de México, el cártel inmobiliario reacciona ante la judicialización de varias carpetas de investigación que mantienen en prisión o en vías de estarlo a varios de sus connotados miembros, el impulso político principal lo consigue con   el apoyo explícito de Claudio X y los dirigentes del PRI PAN y PRD, cuentan también con un poder judicial que administra a su favor los amparos e impone la intocabilidad de algunos aduciendo el fuero.

Pero la batalla no se circunscribe a lo jurídico, los poderosos intereses que bloquean a la justicia tienen de su parte a la prensa presta para cualquier operación de descrédito contra quien aplica rectamente la ley, como es el caso de Ernestina Godoy, o de protección a favor de quién hace lo contrario como es el caso de Ulises Carmona, fiscal intocable del estado de Morelos, se trata del periodismo que ha olvidado el compromiso esencial del oficio que es el de buscar la verdad por encima de todo.

Pusilánimes de oficio

¿Sirve de algo la sapiencia jurídica cuando se carece de carácter para cumplir el deber frente a los poderosos? El miedo a las “papas calientes” es la bacteria infecciosa que carcome la justicia en México, que refuerza el clasismo crónico y que retarda la victoria anhelada contra la corrupción.

Tenemos titulares de órganos interno incapaces de frenar dispendios, malversaciones y todo tipo de trácalas sembrados en todos los niveles de gobierno, los corruptos no comen lumbre, jamás apuestan por los que además de capacidad técnica tienen carácter para cumplir su deber.

En todo país dónde la política se hace a base de dinero para poder multiplicarlo los pusilánimes se cotizan alto, son los que “jalan” los que “no la hacen de tos”, inclusive, aquellos con mucho verbo contra las formas de corrupción que se delatan con su propia práctica también son bienvenidos porque se sabe que solo simulan.

Los mexicanos estamos a mitad del río, o intensificamos la batalla comenzada contra la corrupción de la vida pública o nos regresamos para seguir lamentando lo mal que nos va.

Nos hacen falta muchas Ernestinas.

Nos encontramos el jueves en Recreo

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