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Opinión

Veracruz: la presidenta llegó donde el Estado faltó

Veracruz: la presidenta llegó donde el Estado faltó

Desde el 12 de octubre hasta ayer, la presidenta Claudia Sheinbaum visitó zonas afectadas en Veracruz y también de Hidalgo, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí y Tamaulipas.

Eduardo Ruiz-Healy
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19 de octubre 2025

El artículo de Héctor Ríos Morales publicado ayer en latintimes.com, “Mexican Areas Hit by Devastating Floods Also Struggle With Severe Cartel Violence”, describe una parte del desastre, la natural, y otra más profunda, la criminal. Veracruz vive una tragedia doble. Las lluvias torrenciales del 8 al 11 de octubre inundaron comunidades enteras donde los cárteles gobiernan. En el mismo territorio coinciden el desbordamiento de los ríos y la erosión de la autoridad.

Las lluvias desbordaron los ríos Cazones y Tuxpan, anegaron 40 comunidades y dejaron más de 76 muertos y 39 desaparecidos. Poza Rica, Álamo Temapache y Tuxpan siguen parcialmente aisladas, con caminos destruidos y poco más de 30 poblados incomunicados. El gobierno envió más de 10 000 soldados, marinos y guardias nacionales, pero la situación rebasó su capacidad de respuesta. En Poza Rica, la orden de evacuar se emitió siete horas después de la alerta de Conagua.

Desde el 12 de octubre hasta ayer, la presidenta Claudia Sheinbaum visitó zonas afectadas en Veracruz y también de Hidalgo, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí y Tamaulipas.

A diferencia de López Obrador, que solía reaccionar a los desastres con distancia, ella sí va. Se presenta, escucha y camina entre el lodo. Su antecesor prefería mirar los daños desde el aire o desde el mar, como cuando, tras el huracán Otis, observó Acapulco desde un barco de la Marina sin pisar el puerto. La diferencia es evidente: el evitaba el contacto, ella lo busca.

Su presencia importa políticamente. En un país golpeado por la desconfianza, una presidenta que pisa la zona del desastre envía una señal de autoridad y empatía. La gente no distingue entre órdenes y gestos simbólicos: necesita ver que el poder existe, que alguien escucha y responde. Por eso ella ha estado allí; si no, alguien más —un cacique o un cártel— ocupará ese lugar y esa legitimidad. En México, el vacío nunca queda vacío.

De acuerdo con un reporte atribuido a la Secretaría de la Defensa Nacional, filtrado a finales de septiembre y difundido por varios medios, en Veracruz operan al menos siete organizaciones criminales: el Cártel Jalisco Nueva Generación, el del Golfo, el del Noreste y el de Sinaloa. El reporte coincide con la realidad: presencia delictiva en Poza Rica, Tuxpan, Álamo, Tempoal y Pánuco, donde se disputan rutas de drogas, combustibles y migrantes. En esas regiones los cárteles aprovechan el abandono para presentarse como benefactores: en Álamo circularon videos del CJNG repartiendo despensas con su logotipo. No es caridad: es poder. Cuando el Estado llega tarde, el crimen se adelanta y gobierna.

La catástrofe ambiental se volvió también política. Las inundaciones desnudaron la precariedad institucional, la falta de prevención y la dependencia del Ejército para todo, sobre todo en Veracruz, donde las tormentas revelaron corrupción, abandono y miedo.

Claudia Sheinbaum ha estado presente, pero las visitas, los censos y los discursos sirven de paliativo, no de solución, porque el problema es estructural. El reto ahora es transformar esa presencia en resultados: fortalecer la protección civil, profesionalizar las policías locales y cerrar los espacios que los criminales llenan cuando el Estado se inunda.

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