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Opinión

Teuchitlán: ¿periodismo o espectáculo?

Teuchitlán: ¿periodismo o espectáculo?

La atención ha sido tal que el tema ha ocupado varias conferencias mañaneras del gobierno federal.

Eduardo Ruiz-Healy
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25 de marzo 2025

El caso del Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco, se volvió tema central tras el anuncio del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco el 5 de marzo: fosas clandestinas, restos óseos, crematorios, más de mil objetos personales. Todo sin pruebas concluyentes. Aun así, medios nacionales e internacionales no tardaron en presentar el sitio como un supuesto centro de exterminio ligado al Cártel Jalisco Nueva Generación.

La rapidez con la que se adoptaron términos como “Auschwitz mexicano” por la BBC, o “inventario del terror” por El País, plantea una pregunta inevitable: ¿estamos ante una cobertura seria o ante un ejercicio de exageración mediática?

La narrativa se sostiene en imágenes satelitales, testimonios fragmentarios y reportes preliminares. La cobertura inicial se construyó sin acceso directo y con fuerte dependencia de fuentes secundarias. Solo una visita ha ocurrido, la organizada la semana pasada por la Fiscalía de Jalisco (FJ), supuestamente con acceso preferente a Televisa y Latinus. Hasta hoy, ni la Fiscalía estatal ha concluido su investigación, ni la FGR ha podido hacer peritajes completos porque la FJ, quién sabe por qué, no le ha enviado la información completa del caso.

Se han repetido versiones no verificadas: crematorios, número exacto de objetos, reclutamiento forzado. Resulta que ahora bastan unas capturas de Google Earth para convertir cualquier predio rural en epicentro del horror. La irresponsabilidad de la FJ ha alimentado una cobertura que, en muchos casos, sustituye la verificación por el eco.

La comparación con campos de concentración nazis, además de ser imprecisa, muestra poca sensibilidad y cautela. Equiparar un caso aún sin esclarecer con uno de los genocidios más documentados del siglo XX no solo distorsiona el debate, también le resta seriedad. Algo parecido ocurrió en 2017 con la “niña Frida Sofía”, un invento mediático tras el sismo del 19 de septiembre que durante horas ocupó portadas, noticieros y hasta cadenas internacionales.

La atención ha sido tal que el tema ha ocupado varias conferencias mañaneras del gobierno federal. En la del lunes 24 de marzo, algunos reporteros relataron lo que vieron directamente durante la visita al rancho. Fue la primera vez que periodistas con presencia en el sitio compartieron sus impresiones en un espacio oficial. Hasta la mañanera se volvió escenario de versiones de no expertos, pero esta vez basadas en experiencia propia.

No se trata de restar gravedad a la crisis de desapariciones. Hay más de 124,000 personas no localizadas en México, y los colectivos han hecho el trabajo que el Estado descuida. Gracias a la presión, hubo protestas, se difundió un catálogo de pertenencias y la presidenta Claudia Sheinbaum anunció nuevos métodos de búsqueda, reformas legales y una reestructuración de la Comisión Nacional de Búsqueda.

Pero una cosa es visibilizar y otra amplificar lo no comprobado. Llamar circo a lo que hasta ahora muchos han manejado como un espectáculo sería una simplificación, pero los excesos no deben ignorarse. El periodismo tiene la obligación de informar con rigor, no con espectáculo.

Por ahora, hay demasiadas suposiciones y pocas certezas y, al parecer, eso basta para hacer noticias. Todo eso debería preocupar más que cualquier titular estridente.

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