Tareas pendientes de docentes

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

La verdadera educación es una actividad centrada en los alumnos, no en el profesor.

Entre los desafíos que he mantenido dentro de mi práctica docente, destaca propiciar más y mejores actividades grupales. Lucho contra los resabios de modelos tradicionales de enseñanza: discursivos, monologuistas, disertativos, literalmente catedráticos (en su sentido etimológico de silla, trono).

La verdadera educación es una actividad centrada en los alumnos, no en el profesor. Debido a mi empeño por buscar que el conocimiento quede entre ellos, procuro nunca sentarme cuando imparto clase. Por ello, después de la jornada, mis piernas resienten la consecuencia física de mi convicción.

Lamento también otro vicio que veo en algunos docentes, incluso universitarios y de escuelas normales donde laboré: formar equipos de cuatro o cinco personas para repartir entre todos las exposiciones del contenido íntegro del temario del curso.

El problema se hace más grande cuando el docente asume como “trabajo” suyo asistir a clases como un alumno más que pide que pase el siguiente equipo a exponer y entonces él se limita a mirar a través de la ventana o aburrirse junto con los alumnos que no exponen.

El reto es encontrar ese equilibrio entre la cátedra, que debe convertirse en diálogo, y la actividad, que debe ser compartida entre alumnos y profesor, y donde éste actúa como un monitor y “rectificador” permanente.

Advierto que los conflictos del docente actual se mueven entre la falta de hábitos de lectura, con su consecuente falta de hábitos de reflexión, planeación y evaluación; el perder de vista que se debe provocar y mantener el debate en el aula y ser él ejemplar moderador; sus insuficientes competencias de verbalización oral y escrita (desconfío de un profesor que no lucha contra las muletillas, desconfío de un profesor que no se preocupa por su ortografía y redacción, desconfío de un profesor que no lee ni redacta, odio la falta de preparación de clase y el replanteamiento de qué aprendizajes y objetivos deben tenerse al final de la misma) y su limitación ante el manejo de las nuevas tecnologías.

¿Cómo han resuelto estos conflictos? Algunos sí buscan apoyo de quienes somos identificados como docentes promotores de la lectura, y nos piden asesorías e incluso conferencias en sus escuelas. Sin embargo, sin querer pecar de pesimismo, una conferencia es una semilla sembrada en el océano y tampoco es de mayor utilidad una asesoría sin un compromiso que vaya más allá de la emoción de un momento determinado.

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