
Huberto Meléndez Martínez.
Al Mtro. J. Jesús Benítez Cabral “Vamos a revisar la tarea” fue la primera expresión del profesor de la materia de Español en aquella Escuela Secundaria Nocturna para Trabajadores en la que estudiaba Chuy. Los alumnos quisieron ocultar la inquietud que generó la sentencia y el nerviosismo recorrió sus cuerpos enfatizando el temor que … Leer más
Al Mtro. J. Jesús Benítez Cabral
“Vamos a revisar la tarea” fue la primera expresión del profesor de la materia de Español en aquella Escuela Secundaria Nocturna para Trabajadores en la que estudiaba Chuy.
Los alumnos quisieron ocultar la inquietud que generó la sentencia y el nerviosismo recorrió sus cuerpos enfatizando el temor que inspiraba el maestro.
Al verificar el registro de asistencia recordó que tenía falta en la sesión anterior, el más joven del grupo (no había encontrado inscripción en una escuela regular porque su familia había cambiado de residencia, ya iniciado el ciclo escolar)”, fue directo a él. Por fortuna, el muchacho se había informado al respecto con sus compañeros, sobre el trabajo a realizar: leer un cuento, novela, artículo o historia y compartir su versión ante el grupo.
Quizá debido a su buena suerte el chico había encontrado una de las historietas que circulaban en la comunidad semanalmente, la leyó y la expuso en clase. Al final quedó atónito porque el mentor le pidió permanecer en el aula al final de la sesión. El muchacho experimentó simultáneamente miedo, inquietud e incertidumbre. Aguantó sereno las miradas compatibles de los condiscípulos.
Llegado el momento y atendiendo al llamado, el alumno subió al estrado como preso al cadalso, escuchó en un estado de asombro la voz del profesor: “Te felicito Jesús. Cuando seas mayor deberías ser profesor, tienes cualidades”.
Hubo varias vicisitudes por superar, pero al terminar la secundaria pudo ingresar a la Escuela Normal del Estado y graduarse cuatro años después.
Treinta años transcurrieron como un respiro y el último día de trabajo, al concluir la jornada escolar, llevaba de “ride” a uno de sus alumnos rumbo a casa. Cuando iban a medio camino (sólo eran 8 km de esa comunidad a su casa), vieron por enfrente un conjunto de camionetas color oscuro con vidrios polarizados obstruyendo el paso.
Aquel sentimiento experimentado con su profe en la secundaria (miedo, inquietud e incertidumbre), esta vez se potenció por el peso de la responsabilidad del menor a su cargo. “Hazte el dormido” fue lo único que acató a ordenar al chamaco.
Un fatal presentimiento estuvo acompañándolo todo el año, porque desde el primer día y ahí creyó realizable el desenlace…
Los tripulantes amedrentaban a la población presumiendo armas largas por las ranuras de las ventanas de las camionetas, sorpresivamente abrieron paso haciendo valla para que pasara. Nada tenían contra él. Por los espejos retrovisores observó que los comandos se encontraron en ese punto, quizá con previo acuerdo.
Una reflexión que tienen padres y maestros es… “los delincuentes son tan inteligentes como quienes logran éxito en la vida a través del estudio y el trabajo honrado, pero con otra escala de valores”. Algún día ocuparon un pupitre en la escuela, pero fue insuficiente para orientarlos por el camino del bien. Seguramente quedaron vacíos conceptuales y morales en su formación para que hubieran aprendido a tomar decisiones más adecuadas.