
Susana Barragán, Diputada Local por Zacatecas.
La mayoría de las y los zacatecanos no conocen el proyecto. Y no los culpo. Durante años ha sido manipulado, ocultado, postergado o envuelto en polémicas.
Zacatecas no puede seguir esperando. El acceso al agua no puede seguir siendo una promesa incumplida. Y las grandes obras de infraestructura no pueden seguir frenadas por la desinformación, el miedo o el cálculo político. Hoy quiero hablar del Proyecto Presa Milpillas, pero sobre todo quiero hacer un llamado claro: es tiempo de unidad, de decisión y de altura de miras. Milpillas debe ser una causa común.
La mayoría de las y los zacatecanos no conocen el proyecto. Y no los culpo. Durante años ha sido manipulado, ocultado, postergado o envuelto en polémicas. Por eso hay que hablar con verdad. Milpillas es una presa de almacenamiento proyectada en el municipio de Jiménez del Teúl, en el norte del estado, sobre el río Atenco, un afluente limpio, superficial, y con gran capacidad de recarga natural. El agua se captaría ahí y sería conducida a través de un acueducto de 167 kilómetros hasta Zacatecas, Guadalupe, Fresnillo y Calera. Se trata de una solución técnica, estructural y a largo plazo. De construirse, dotaría de agua potable a más de medio millón de zacatecanos durante al menos los próximos 50 años.
Basta con recorrer las colonias del sureste de Zacatecas capital, de Guadalupe o de la zona metropolitana para ver lo que viven cientos de familias: tinacos vacíos, pipas cada 10 días, pozos contaminados, enfermedades gastrointestinales, riñones que se dañan por el agua que no cumple con las normas básicas. Y en el campo, comunidades completas en las que sembrar ya no es viable por falta de agua para riego. ¿Cuánto más vamos a esperar?
Pero no podemos hablar de Milpillas sin hablar del pasado. En su momento, este proyecto fue presentado por los gobiernos del PRI como una gran solución estructural. Lo hicieron sin diálogo, sin transparencia y sin respeto a las comunidades. Hubo irregularidades, sospechas de corrupción, y promesas que nunca se cumplieron. Y por eso, con razón, algunas comunidades se cerraron. Se rompió la confianza. Se impuso la obra sin el consentimiento social. Hoy, no podemos volver a cometer los mismos errores. Pero tampoco podemos seguir postergando las decisiones que el pueblo necesita con urgencia.
Lo que está en juego no es un sexenio. Es el futuro hídrico del estado. Por eso hoy más que nunca, la sociedad civil, los sectores productivos, las universidades, los colegios de ingenieros y arquitectos, las iglesias, y sí: también todos los partidos políticos, debemos hacer un pronunciamiento serio, informado y colectivo en favor de la construcción de la Presa Milpillas. Porque cuando el agua falta, no se pregunta a qué partido perteneces. La escasez nos alcanza a todos.
La Cuarta Transformación que encabeza nuestra presidenta Claudia Sheinbaum ya ha dejado claro que las grandes obras deben hacerse con la gente, casa por casa, como lo demuestra el nuevo programa de salud territorial que está llegando a los hogares más olvidados. Hoy tenemos la oportunidad de retomar este proyecto desde otra lógica: con diálogo, con transparencia, con planeación ambiental y social, con respeto a la tierra y con el consentimiento de los pueblos. Ese es el camino.
Quienes apoyamos la 4T creemos en la justicia social. Y la justicia también se construye con agua limpia, con infraestructura pública y con visión de Estado. No hacerlo es condenar a Zacatecas a una espiral de escasez, enfermedad y migración silenciosa.
Desde este espacio de reflexión ciudadana, como diputada local y como mujer comprometida con el bienestar de Zacatecas, convoco a todas y todos a dar el paso que hace falta. A dejar a un lado las banderas partidistas y levantar una sola: la del agua para Zacatecas. Porque Milpillas no es de un gobierno. Es del pueblo. Y el pueblo merece vivir con dignidad.