
Sigifredo Noriega Barceló.
En una sociedad marcada por el relativismo y chapada por ideas líquidas (sin convicciones éticas y débiles creencias religiosas) el perdón/compasión no entra en los planes de nuestras relaciones interpersonales,
“Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte”.
Lucas 15,1-32
‘Si el rencor enferma, el perdón cura’, oí decir, hace poco, a un conferencista. No sé qué prevalece en el ambiente en el que vivimos; lo cierto es que el perdón no cotiza en las bolsas de valores del mundo, tampoco en políticas públicas. En cambio, el rencor y sus derivados parecen tener una cotización favorable en relaciones interpersonales, conferencias del ‘pueblo’, ambientes familiares… ¿Es posible ser felices sin compasión/perdón? ‘Nuestro mundo es muy raro, carajo’, ha dicho un comentarista, en televisión.
En una sociedad marcada por el relativismo y chapada por ideas líquidas (sin convicciones éticas y débiles creencias religiosas) el perdón/compasión no entra en los planes de nuestras relaciones interpersonales, ni en las legislaturas. Las leyes están hechas con otros fines, no para proponer el perdón como un elemento especialmente sanador en la convivencia diaria. Existe la percepción de que el perdón -expresión exquisita de la compasión- debilita al que lo da y al que lo recibe. Suponemos que no cabe en una sociedad que busca electoralmente el bienestar y la satisfacción inmediata del ‘ego’ del bienestar. Algunas consecuencias son la acidez emocional, el mal humor crónico, las relaciones humanas tóxicas, entre otras.
Hoy Jesús nos regala la más bella de las sinfonías que jamás se hayan escuchado. En tres parábolas nos da un recital inigualable de las maravillas del perdón compasivo de Dios. En una lectura superficial, el ‘concierto’ compasivo de Dios pudiera desconcertarnos. Quisiéramos que Dios se adecuara a nuestras ideologías y tomara en cuenta nuestras mezquinas preferencias.
¿Qué hace Jesús de especial que nos saca de nuestras casillas? Simplemente da gratis la carta de ciudadanía a los pecadores para que entren a su Reino. Los primeros cristianos querían saber si los pecadores (paganos, publicanos, todavía no pecadores digitales) podían esperar que la oferta del Evangelio fuera buena noticia para ellos. Para los escribas y fariseos contaban solamente los que observaban estrictamente la ley. La buena noticia de Jesús parece inaceptable para quienes murmuraban de él y desconcertante para los mismos pecadores que lo escuchaban.
Las tres parábolas muestran a Dios siempre compasivo, paciente, misericordioso, generoso. El perdón gratuito e incondicional que ofrece a los diversos personajes de las parábolas es la mejor de las sinfonías de amor compasivo que haya escuchado la humanidad. El perfil de Dios incluye la desmesura del perdón (anillo, vestido, banquete, música) y nos abre al horizonte infinito de su amor como una fiesta sin fin.
La oferta de Dios es actual. Siempre que rezamos el padre nuestro se hace presente este Dios que nos ofrece conciertos gratuitos con la inigualable música del perdón. La melodía del perdón no debería desconcertarnos. La oferta es para todos, los pecadores clásicos, los del mundo digital y los más recientes de la inteligencia artificial. El perdón -manifestación concreta del amor- debería ser la característica más importante de todo cristiano.
Bendito Evangelio que nos saca de nuestros cantos desafinados para abrirnos a las infinitas posibilidades del perdón incondicional para todos.