Si viviéramos en un país justo…

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Si la justicia fuera nuestro modo de vida, no habría necesidad de enfrascarnos tanto en luchas por la democracia.

Si viviéramos en un país justo, con gobernantes justos, con un justo sistema de gobierno, yo hubiera convivido con mis abuelos maternos y sus nueve hijos con los que cargaron cuando tuvieron que emigrar a Estados Unidos.

Si viviéramos en una nación plena en justicia, la inteligencia y el talento no estarían hoy infravalorados. En efecto, los lambiscones no tendrían tantos cargos de poder ni ganarían más que los que nos hemos partido la crisma frente a los libros y el trabajo tozudo.

Si viviéramos en un México justo, la riqueza estaría mejor distribuida. Habría menos-menos: menos ultrarricos y menos ultrapobres. La clase media quizá no se llamaría media. Quizá ni siquiera hubiera clases sociales, debido a la uniformidad socioeconómica campeante en la república.

Si en un país justo viviéramos, nos desarrolláramos, nuestra cultura nacional estuviera más depurada, sin tanta intervención e influencia de lo estadunidense.

Si habitáramos un país más justo, ni la migración ni el narcotráfico serían alternativas.

Si viviéramos en un país justo, nuestro derecho a la participación política sería más atractivo, menos satanizado y menos monopolizado.

Si la justicia fuera nuestro modo de vida, no habría necesidad de enfrascarnos tanto en luchas por la democracia.

Nuestros derechos laborales serían no sólo respetados, sino también fortalecidos.

Nuestras familias estuvieran más unidas, más educadas, con más oportunidades de desarrollo.

Si viviéramos en un país con justicia, las mujeres serían más respetadas.

Los grupos minoritarios tendrían mejores foros para hacer oír su voz.

La discriminación sería estudiada como algo primitivo y pasado.

Si viviéramos en un país justo, habría más gente productiva y menos gente parasitaria, habría más gente activa y menos atenida, habría más gente propositiva y menos agandalladora.

Habría más noble ejercicio de la política y menos grilla como medio de supervivencia burocrática.

Si viviéramos en un México justo, no tendríamos que estar hablando de transformaciones recurrentes: la justicia cotidiana sería la transformación definitiva y cotidiana.

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