¿Saben hablar adecuadamente hombres y mujeres de la política?

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Repiten lo que dicen las tarjetas y acordeones, a veces también mal redactados por quienes cobran como asesores.

Dirán muchos que resulta exagerado juzgar a un político o política por sólo su modo de hablar. Dicha limitancia no es, en efecto, determinante, aunque sí bastante sintomática.

En este pobre país vivimos sujetos a un sistema donde los partidos políticos no eligen de manera generalizada a los mejores candidatos (de hecho no a los más inteligentes), sino a los que mejor se prestan a sus intereses personales y de grupo en un momento y circunstancia determinados.

De este país rico tan pobre donde hace décadas hombres y mujeres de la política han hablado mucho y hecho poco, hemos pasado ahora a la nación donde para colmo hablan mal, en voz alta leen peor y no saben debatir ni contrastar ideas ni replicar planteamientos.

Lo de estos hombres y mujeres es más bien repetir lo que dicen las tarjetas y acordeones, a veces también mal redactados por quienes cobran como asesores y algunas veces no lo son.

Frente a un público, legisladores o gobernantes se ponen delante del pódium y pueden leer tropezonamente, abundar en muletillas, tartamudear, no soportar el reclamo de alguna madre airada o un vecino indignado.

Pueden inspirar, en definitiva, bastante pena ajena.

Una de las inteligencias más importantes en el humano es la verbal o lingüística, por la que alguien puede manifestar su discurso no sólo de modo coherente sino también eficaz e incluso, en afortunados casos, persuasivo. Es deseable que hombres y mujeres metidos en el ejercicio de la política pudieran dominar esa inteligencia.

Otra inteligencia que quisiéramos en estos representantes y gobernantes es la lógica, que permite argumentar y contraargumentar. Por eso, en la mayoría de sus careos, ellas y ellos no saben debatir y prefieren el ataque.

También es muy necesaria la inteligencia interpersonal, pues vemos a muchos políticos que sólo pueden convivir dentro de su burbuja, con oídos sólo a los de siempre, dentro de la telaraña que le tejen sus barberos huevones. Esto cuando es necesaria tanta solidaridad con los gobernados/representados.

Además podríamos destacar la inteligencia intrapersonal, para trabajar en equipo y aprender a respetar a quien piensa de modo distinto.

¿Que si es exagerado pedir tanto a quienes se meten a la política? Contestaré que la falta de una adecuada competencia lingüística, así como de capacidad de debate y de convivencia inter e intrapersonal termina por reducir la poca credibilidad que ellas y ellos pueden inspirar en quienes, cuando estemos frente a la urna, podemos encumbrarlos o acabarlos.

Considero que sí debemos indignarnos ante políticas y políticos que no saben hablar ni leer, ni conocen una biblioteca, ni tienen hábito de cultivar su mente, ni conocen ni pizca de cultura general, ni representan siquiera una mínima parte de mis intereses y los de esta comunidad que muchos intentamos hacer más digna mediante nuestro cotidiano esfuerzo.

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