Resistir, insistir

Del espíritu humano aprecio por lo menos dos grandes talentos: el de resucitar (que en realidad he visto en muy pocos, y que siempre he aspirado tener) y el de resistir (mas aun: saber apreciar como paraíso a cualquier infierno). Esta última facultad, como se muestra en la historia planteada en la película italiana “La … Leer más

Del espíritu humano aprecio por lo menos dos grandes talentos: el de resucitar (que en realidad he visto en muy pocos, y que siempre he aspirado tener) y el de resistir (mas aun: saber apreciar como paraíso a cualquier infierno).

Esta última facultad, como se muestra en la historia planteada en la película italiana “La vida es bella”, ayuda a sobrevivir cuando la adversidad ahoga y golpea. Saber encontrar rosas en medio del averno, belleza en la sangre que borbotea, precisa una resiliencia especial, una actitud fortalecida y acuciosa y, quizá también, un poco de necesario autoengaño.

No siempre triunfa toda la bondad, no siempre triunfa todo el talento, no siempre triunfa toda la convicción. La lógica no es siempre aplicable. El azar también ronda nuestras esquinas y puede darnos todo tipo de sorpresas.

Afrontémoslo, aunque nos desagrade: no todo se paga en esta vida. A veces, incluso, no sabemos cobrar. La frase “el consuelo que me queda” no llega muchas veces siquiera a consuelo.

Muchos tenemos que guiarnos por la singular comparación de que vivir es como andar en bicicleta, donde lo único que cuenta —independientemente de si el camino es ascendente, descendente, sinuoso o absurdo— es continuar pedaleando para no perder el equilibrio. Esto es, insistir. Como en la lectura de una buena larga novela, generalmente debemos continuar remando entre la arena de páginas y páginas donde aparentemente nada pasa, para luego llegar a la cascada donde todo lo incomprensible empieza a formar sentido.

Despojémonos, pues, de la lógica. No todo está sujeto a leyes ni a decretos. No todas las historias tienen finales felices. No todos los sufrimientos dejan enseñanzas. A veces dejan sólo… sufrimientos.

Por eso y más, de poco sirve preguntarnos por qué Fulano o Mengana tienen el poder del que ahora gozan si en realidad han sido o son muy ojetes o han traicionado en numerosas ocasiones. No hay caso en preguntar por qué el más ratero es respetado, por qué el más mentiroso es el de mejor fama, por qué la más corrupta es tratada como si fuera la mejor vigilante.

En la mayoría de las veces la vida no tiene lógica. Además, no siempre la percepción coincide cabalmente con la realidad.

Lo único que queda, insisto, es insistir.




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