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Huberto Meléndez Martínez

Proyecto educativo truncado

Proyecto educativo truncado

Huberto Meléndez Martínez.

En reconocimiento al Mtro. Feliciano Guzmán Rodríguez, por su trayectoria profesional   Los murmullos de la turba fueron subiendo de volumen conforme se aproximaban a la barda de la escuela. Arropados en la oscuridad, armados con herramientas como machetes, cuchillos, picos, azadones, palos, piedras… Eran poco más de cien personas, avanzaban decididas a golpear a … Leer más

En reconocimiento al Mtro. Feliciano Guzmán

Rodríguez, por su trayectoria profesional

 

Los murmullos de la turba fueron subiendo de volumen conforme se aproximaban a la barda de la escuela. Arropados en la oscuridad, armados con herramientas como machetes, cuchillos, picos, azadones, palos, piedras…

Eran poco más de cien personas, avanzaban decididas a golpear a los estudiantes normalistas, quienes realizaban una asamblea general en la plaza cívica del plantel.

Aquellos iban más allá de las agresiones físicas: querían apoderarse de la institución e intervenir en las decisiones relativas al modelo educativo que se implementaba, desde apenas cinco años atrás.

La comunidad educativa recibía presión política desde el ejecutivo estatal y la organización sindical magisterial, comandada por un cacique del gremio, empoderado al contar con el apoyo de autoridades educativas y gubernamentales de la federación.

En otro tiempo, los funcionarios en turno habían apoyado el proyecto porque reconocieron su nobleza: abatir el ausentismo del profesorado, en las comunidades rurales de aquella región semidesértica, cuya extensión rebasa los cien mil kilómetros cuadrados en la altiplanicie mexicana. El atraso cultural, social y económico estaba esperanzado en la formación del nuevo profesor, el cual trascendería de las aulas para involucrarse en acciones de transformación social.

Desde el origen hubo adversarios de aquel modelo educativo cuyas bases filosóficas de La Escuela Rural Mexicana, eran del ilustre educador con reconocimiento internacional Rafael Ramírez Castañeda.

Los adversarios interpretaron esa filosofía de manera distinta. En la misma escuela había expresiones diversas sobre la comprensión del modelo, tanto en el estudiantado como entre maestros y directivos. Faltó tiempo, formación profesional, experiencia, pericia para consolidar la colectividad pretendida.

La localidad anfitriona era fuertemente influenciada por las creencias religiosas y las agrupaciones laicas existentes en su interior. Buscando más fuerza se aliaron al Movimiento Sinarquista y el protagonismo del cura del pueblo.

Ese día los ánimos estaban crispados y potencialmente altos. La punta de un alfiler habría podido romper aquella tensión preocupante entre población y estudiantes.

Se escucharon los gritos más cercanos en la irrupción de los encolerizados vecinos.

El director estaba al habla defendiéndose de una acusación, relativa a su complicidad con los pobladores. Se le exigían explicaciones sobre su complicidad y reuniones que tenía con los líderes opositores.

Un líder estudiantil intuyó un resultado catastrófico. Él nada sabía sobre la cultura de la no-violencia y aun así  se atrevió a intervenir en segundos cruciales… casi a gritos pidió el micrófono: “Usted va a ser el responsable de las consecuencias de este conflicto”, la autoridad titubeó al concederlo… con voz de trueno y provocando silencio en el ambiente exhortó: “Compañeros, nadie se mueva, si nos agreden, soporten el dolor, que ellos se lleven la vergüenza de la provocación. Aguanten, nadie se levante…” La mayoría de los muchachos, sentados en el suelo permanecieron callados, a ojos cerrados, apretando los dientes quedaron inmóviles.

Aquel valiente e improvisado mensaje inhibió la violencia, pacificó a los intrusos.

Lamentablemente sigue habiendo temor hacia el pensamiento crítico.

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