
Huberto Meléndez Martínez.
Dedicado a mi madre, al término de su novenario luctuoso Empezaba gran alboroto como a las 7 de la mañana, atendiendo el “¡Ya es hora!” de mamá y papá, arengando a los hijos a levantarse, porque era domingo y debían acudir a misa de ocho. Los 6 mayores buscaban ropa limpia, cepillaban su calzado, se … Leer más
Dedicado a mi madre, al término
de su novenario luctuoso
Empezaba gran alboroto como a las 7 de la mañana, atendiendo el “¡Ya es hora!” de mamá y papá, arengando a los hijos a levantarse, porque era domingo y debían acudir a misa de ocho.
Los 6 mayores buscaban ropa limpia, cepillaban su calzado, se lavaban la cara y manos, se peinaban ante el espejo y ponían crema para aliviar la resequedad producida por la tierra de los juegos infantiles sabatinos. Las hermanas tardaban un poco más porque se ayudaban a peinar, pues acostumbraban portar pelo largo, a media espalda.
Antes de salir de casa papá les daba “su domingo” a cada uno: un billete de cinco pesos, mismo que su mamá les recogía y a cambio les daba un par de monedas, una para dar la ofrenda en la celebración religiosa, la otra se otorgaba luego de responder a la pregunta “¿Qué vas a comprar a la salida?”. La denominación dependía de la respuesta y era para comprar alguna confitería en la plaza. Un conito hecho de papel estraza con pinole, una bolsa con palomitas de maíz, una naranja partida en dos partes espolvoreada con chile, una bola de palomitas de maíz con caramelo, un dulce de leche, una paleta de hielo, una manzana recubierta en caramelo rojo, … las golosinas de esa época eran muy diferentes a las de la actualidad.
Siempre había muecas de inconformidad, porque con aquel billete podían adquirirse muchas más cosas como un trompo, yo-yo, canicas, resortera, pelota, balero, carrito, muñeca, cuerda para saltar o una entrada al cine.
¿Por qué mamá siempre les quitaba “su domingo” y sólo les daba una parte? ¿acaso no los quería?
Respetuosos, pero en desacuerdo, escuchaban la razón irrefutable de la progenitora: “conforme vayan necesitando en la semana se los voy dando, yo se los guardo”.
El papá siempre solicitaba que les diera un poco más. La madre se mantenía firme en darles sólo lo indispensable.
Varios quedaban con la percepción de que aquel argumento tenía el propósito de restringirles el deseo de comprar juguetes, los cuales solamente llegaban en Navidad, pero años después entendieron que quería enseñarles a evitar el despilfarro.
Quizá fue mejor nunca hacer cuentas porque efectivamente, durante la semana se presentaba determinada situación como adquirir alguno de los útiles o materiales necesarios en la escuela.
“Es mejor que aprendan a gastar poco, porque gracias a Dios ahora hay pero ¿Qué va a pasar el día que no haya?”
La familia estaba pasando por una buena época de solvencia económica. La fortuna había sonreído al padre, de ocupación minera, pero el presentimiento de su esposa fue profético. Cierto día, de manera repentina empezaron las penurias, mismas que duraron varios años y en la dinámica familiar sólo hubo para gastos indispensables y ocasionalmente ni para ello.
Hay madres que pocas veces se equivocan. Las enseñanzas en temprana edad ayudan a organizarse para sobrevivir en épocas posteriores.